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Discutir el SNI, una vez más
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm. 546 [2014-02-06]
 

Hace unos días amanecimos con la noticia de que el CONACYT pagará el total de las becas a los investigadores de instituciones de educación superior privadas que se encuentren en el SNI. Al inicio de la administración de Fox se hizo, por primera vez, esta propuesta. Los presidentes de las comisiones dictaminadoras del SNI la rechazamos.

¿Las razones? El dinero para la ciencia es insuficiente y debe canalizarse a las universidades públicas, porque llevan a cabo la mayor parte de la producción de conocimiento en México y requieren más recursos, particularmente las llamadas ciencias duras. Las universidades particulares, con fines y sin fines de lucro, tienen patrocinadores de la iniciativa privada que deberían apoyar a la ciencia financiando proyectos de investigación, de los cuales pueden derivar emolumentos extras para sus investigadores.

En el 2013, los investigadores nacionales representaron una proporción pequeña del total del personal académico (5,3 por ciento). Son el 22 por ciento de los de tiempo completo y apenas el 51 por ciento de quienes tienen doctorado en la academia. Los miembros del SNI, en las universidades públicas, pueden crecer, y desconcentrarse más, para lo cual se necesita dinero. También, se necesitan recursos económicos destinados a programas especiales para fortalecer la investigación en las públicas, y abrir más oportunidades para que ingresen al SNI investigadores jóvenes.

El SNI nació para resolver un problema de política económica del gobierno; un problema de coyuntura por la caída de los salarios académicos en los años ochenta del siglo pasado. En ese tiempo, al multichambismo por necesidad, siguió la idea de que los académicos trabajan poco y no producen cosas relevantes para el país. Y que las instituciones públicas son ineficientes. Esta visión se ha mantenido en varios sectores oficiales. La política de deshomologación salarial fue adoptada, desde entonces, como algo permanente para anclar los salarios y elevar los ingresos académicos selectivamente.

A juzgar por lo que se conoce, el SNI ha sido fundamental para el desarrollo de la ciencia, a través del crecimiento del número de investigadores, acumulación de publicaciones y de algunas patentes. No obstante, en el país hay poco cultivo de la ciencia y sería mejor cooperar y potenciar, que ponernos a competir por dinero. Sería mejor hacer ciencia para el desarrollo local, que para publicar en journals extranjeros. Las prioridades están invertidas.

En esa discusión hemos estado. Los sistemas de pago por méritos, como lo argumentamos ya hace diez años (Suárez y Muñoz, 2004), vinieron a provocar un fenómeno de desinstitucionalización e individualismo que ha tenido efectos negativos, hasta ahora, sobre el modo de producción del conocimiento. Efectos, a los que hay que darles la vuelta.

Los gobiernos panistas no quisieron corregir tendencias que hubieran dado mayor competitividad al país. El plan actual de desarrollo de la ciencia podría conjuntar esfuerzos de las instituciones públicas y privadas para tener economías de escala en la investigación. El gobierno tiene el encargo de promover la investigación científica y exigir que los grandes capitales canalicen más dinero a la ciencia y la tecnología propias, la investigación básica y aplicada. Dejar atrás las visiones negativas y situar la investigación en un marco que oriente la producción de conocimiento para resolver los grandes problemas nacionales y no tener que depender del exterior.

A estas alturas del Siglo XXI sería deseable un cambio de visión de parte del Estado, con relación a la ciencia y la tecnología. Por lo que respecta al SNI, éste ha funcionado, principalmente, como medio para salvar económicamente a los académicos. Así, la discusión futura debe partir de una política salarial nueva para la academia y de la noción de que el SNI es un fin para que surjan ideas y se propongan acciones que sirvan para transformar la realidad nacional. Para este cambio del SNI sería bueno consultar a los académicos, en estos tiempos de reforma, para que puedan participar efectivamente haciendo propuestas sobre el futuro del SNI, que se incluyan en normas que resulten consensadas.

El SNI debe servir para que en el campo de la investigación se acreciente la fuerza creativa y la innovación, para fortalecer a las universidades públicas, para reconocer a los investigadores de las universidades privadas, como hasta ahora, para que el investigador gane prestigio y refuerce su identidad proyecto, su compromiso y responsabilidad de trabajar por México. El SNI como fin nos va ser útil para que la sociedad adquiera competitividad y mejore la calidad de vida de la población.


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