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Televisión, televisoras y crisis educativa en México
Roberto Rodríguez Gómez
Campus Milenio Núm. 542 [2014-01-09]
 

Según datos del INEGI (Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo 2002 y 2009), la población joven del país, por ejemplo el segmento entre 12 y 19 años de edad, consume televisión un promedio de tres horas por día. De acuerdo con otras fuentes el consumo infantil de televisión se ubica en el rango de tres a cuatro horas diarias, lo que representa casi mil quinientas horas al año. Es cifra es prácticamente del doble del tiempo que pasan los niños y los adolescentes en el salón de clases.

Esto pasa en todo el mundo, no es algo exclusivo de México. Pero en no pocos países, en la mayoría de los más adelantados, se ha advertido con claridad que de la calidad de la televisión que consumen los más jóvenes depende también su formación intelectual. Para decirlo de otra manera, el consumo de televisión puede apoyar procesos educativos, o lo contrario: si se mira televisión de bajo o nulo contenido cultural, lo que se alcanza a aprender en la escuela es amenazado por este extendido hábito.

Hay una amplia bibliografía académica al respecto, pues el tema se ha estudiado desde los años cincuenta. No es el espacio para desmenuzar los hallazgos pero sí para señalar que la investigación del tema coincide en apuntar que altas dosis de consumo televisivo de baja calidad están correlacionadas con desempeños pobres en el terreno educativo. Ahora que los dueños de la televisión en México han externado preocupación sobre el déficit de calidad educativa del país, vale la pena apuntar también sobre esta zona de la problemática formativa de la infancia y la juventud: ¿está coadyuvando la televisión a mejorar las cosas o las puede empeorar?

Consumo televisivo en México

Desde hace varios años, la empresa IBOPE-AGM México ha venido realizando estudios en profundidad sobre los hábitos de consumo de los mexicanos en materia de productos de comunicación, lo que incluye televisión, radio, prensa escrita y medios digitales. La presencia en la alianza del Instituto Brasileño de Opinión Pública y Estadística avala la seriedad profesional del trabajo de investigación. Los datos que han generado son en la actualidad un referente de conocimiento importante. Para medir el impacto demográfico de los medios toman en cuenta muestras representativas de 28 ciudades del país, las que en conjunto representan aproximadamente la mitad de la población nacional en el segmento de mayores de siete años, que es el que los estudios de la empresa evalúa.

En el Anuario Media Performance de 2011 se presentan, en primer lugar, un conjunto de datos generales acerca del equipamiento de medios electrónicos en el hogar. De ellos resalta que al grado de penetración de la televisión en los hogares es muy alto, prácticamente la totalidad (el 98.8 por ciento) tiene acceso a este medio. En contraste, sólo una tercera parte de la muestra encuestada manifiesta poseer al menos una computadora. Se agrega que la proporción de hogares con televisión de paga alcanza, en la actualidad, al 32.2 por ciento de los hogares, cifra que, aun siendo modesta si se compara con la de países de Norteamérica y Europa, expresa una sólida pauta de expansión: en 1998 dicha proporción era de sólo 14.2 por ciento, es decir que el número de hogares con televisión de paga se ha duplicado en los últimos diez años. Se indica también que el promedio de televisores por hogar es de dos unidades, aunque 63 por ciento de la muestra señala tener dos o más televisiones en la casa.

Con respecto al consumo de televisión, el estudio ofrece un indicador que diferencia el promedio de horas que permanece encendido el televisor en las casas en un día típico, y el promedio de horas al día que dedican las personas a ver programas televisivos. Según la serie publicada en el Anuario 2009-2010 del mismo, en los hogares mexicanos hay al menos una televisión encendida poco más de ocho horas por día, independientemente de quién o quienes la vean. La tendencia, según se advierte, es estable aunque tiende a crecer: mientras que en 1998 tal promedio alcanzaba un valor de 8.11 horas al día, para 2009 había crecido a 9.23 horas diarias. Por su parte, el consumo per cápita de televisión, de acuerdo a la misma fuente, supera las cuatro horas diarias y manifiesta una tendencia semejante al pasar de 4.15 horas diarias por persona en 1998 a 4.41 en 2009.

Otros datos de relieve del Media Performance se refieren al tipo de consumo televisivo. Según esta fuente, de lunes a viernes el 78.5 por ciento de los consumidores sintonizan canales de televisión abierta. Esta proporción desciende 72.9 por ciento los fines de semana. El dato es interesante porque muestra que incluso entre quienes cuentan con servicios de televisión de paga, el consumo de canales de televisión abierta es significativo. Según esta fuente, un 44 por ciento de las personas que cuentan con televisión de paga dedican más tiempo a mirar canales abiertos.

¿Cuáles son los canales preferidos por los televidentes mexicanos? Conforme al estudio que venimos citando, entre el total de audiencia, más de una quinta parte se concentra en Canal 2; Canal 5 se queda casi con 15 por ciento del auditorio diario; la tercera emisora es Canal 13 con 13 por ciento; seguida por Canal 7 con 9.3 por ciento y Canal 9 con 7.3 por ciento. El resto se reparte, en fracciones minúsculas, en los demás canales de televisión abierta y entre los canales de paga.

¿Cuáles son los programas preferidos? La medición tradicional al respecto es el rating por programa. Con datos de enero a diciembre de 2009, la medición IBOPE-AGM indica que entre los quince primeros lugares de preferencia, diez fueron ocupados por telenovelas. Las telenovelas más exitosas alcanzan entre el quince y el veinte por ciento del rating total, es decir la proporción de la audiencia que está viendo un determinado programa, comparado con el total de la audiencia potencial, que a su vez refiere al total de los hogares con televisión, estén o no encendidos. Estos programas llegan a alcanzar hasta cuarenta puntos de share, esto es la proporción de hogares en que se mira el programa con respecto a la población que tiene encendida la televisión en ese preciso momento.

En un segundo orden de preferencias están los eventos deportivos y los noticieros. Cuando se segmenta la población por grupos de edad y por sexo, se tienen porcentajes diferentes. Así, por ejemplo, los colectivos en el rango de edad escolar manifiestan preferencias por los programas infantiles y las series de televisión aunque, como es de esperarse, las posibilidades de control de la programación doméstica por parte de los niños y adolescentes del hogar está en función tanto del número de aparatos disponibles en cada casa como de su capacidad de influir sobre las preferencias y decisiones de los adultos.

En resumen. En México se ve mucha televisión, largo tiempo, y preponderantemente Tv abierta. Como práctica de consumo cultural, su eficacia más allá del entretenimiento banal depende fundamentalmente de la calidad de los contenidos programados. De ahí que no sea irrelevante la cuestión ¿qué tan buena es la televisión mexicana que se transmite en señal abierta en cuanto a su orientación, contenidos y posibilidades de contribuir a la formación cultural de los mexicanos?

Aparte de entretener e informar, ¿para qué sirve la televisión abierta?

Para muy poco, si se revisa la programación diaria de los canales de mayor audiencia en las principales cadenas televisoras del país, es fácil advertir que el contenido potencialmente formativo o educativo de las emisiones es ínfimo. En horario de audiencia infantil se transmiten programas que son una auténtica calamidad para propósitos de formación cultural. El Canal 2, por ejemplo, transmite a eso de las tres de la tarde Laura de todos, programa que apenas pasaría para una audiencia exclusivamente adulta y es el que mayor rating y share concentra a esas horas. Y después telenovelas toda la tarde. En el Canal 5, a la misma hora, el pograma La CQ, que es como una telenovela para adolescentes. Más tarde caricaturas y series policiacas. TV Azteca no se queda atrás. En el canal 7 una película y en el 13 los programas Difícil de creer y en seguida Historias engarzadas. Y con eso se tiene la mayor proporción de teleaudiencia en la primera mitad de la tarde, en que los niños de vienen de la escuela pueden ver televisión. A menos que se impongan a sus padres, generalmente a su mamá, para cambiar a canales como el 11, el 22 o la barra infantil de la televisión de paga si la hay en casa. Las opciones son pues, en la realidad, muy limitadas.

El potencial educativo de la televisión abierta es amplio, así lo han demostrado los países de mayor desarrollo en esta materia. El ejemplo de Europa es sobresaliente pero no son excepción los casos de América Latina (Chile, Brasil, Colombia, Argentina, Uruguay) en que se han buscado y logrado alternativas. La televisión por cable da también evidencia de que con programas con enfoque cultural y educativo se pueden alcanzar cuotas de mercado importantes. Es sobre todo una cuestión de definición de prioridades y de trabajo sustantivo en este ámbito. Pero de que se puede se puede.

Candil de la calle

En los últimos dos o tres años las cadenas televisoras de mayor peso (Televisa y Tv Azteca) han manifestado, por distintos medios, una preocupación por la calidad de la educación en México. Ahí está la Fundación Mexicanos Primero, auspiciada en buena medida por Televisa que, con trabajo serio y gran capacidad de cabildeo e influencia política, ha puesto el dedo en el renglón sobre los déficit de calidad de la educación pública del país. No han sido pocos los pronunciamientos, en el mismo sentido, de los voceros de Tv Azteca. Probablemente tienen razón en lo que señalan. La calidad de la educación básica en el país es un reto enorme. Es claro y es cierto, aunque siempre cabrían matices.

Pero lo que más llama la atención es la absoluta falta de autocrítica sobre sus propios medios, fundamentalmente la calidad de la televisión abierta y su posible contribución a la formación educativa de los niños y los jóvenes. Está bien: evaluemos a los maestros y su desempeño, pero también evaluemos a los programas de televisión abierta y a sus conductores.

En este orden de ideas, vale la pena abrir la pregunta: ¿qué responsabilidades son capaces de asumir las cadenas televisoras en materia educativa? Porque al sistema educativo se le está pidiendo mucho. ¿No ha llegado el momento de plantearnos, también, la necesidad de una televisión de calidad que coadyuve efectivamente al alcance de objetivos que nos aproximen a ser una sociedad mejor aprovisionada en términos culturales? ¿O se piensa que puede haber sociedad del conocimiento con la televisión que hoy tenemos? No, no se puede.






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Last modification: April 29 2020 11:44:32.  

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