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Experiencias y miradas juveniles sobre la universidad. Segunda Parte
María Herlinda Suárez Zozaya
Campus Milenio 531 [2013-10-17]
 

En el número 529 de Campus publiqué la primera parte de este texto que toma como referencia lo dicho en el Simposio “La universidad pública a futuro”, en la mesa que se llamó “Miradas y experiencias juveniles sobre la universidad”. Repito aquí que las miradas y experiencias de los jóvenes son diversas y cambiantes en el tiempo y que en su configuración juegan un papel importante las condicionantes socioeconómicas y culturales. Además, es bueno recordar que los estudiantes matriculados en una universidad no son los únicos que viven experiencias universitarias y miran a esta institución. Los jóvenes que no cursan educación superior, que no son estudiantes universitarios o que ni siquiera están matriculados en alguna escuela, también la miran.

No todos los jóvenes que ingresan a la universidad están satisfechos con lo que viven en ella. El 13% de los matriculados en las IES dijo que los estudios cursados estaban por debajo de sus expectativas, según datos de la Encuesta Nacional de Alumnos de Educación Superior, ciclo 2008-2009, y hay algunos (2.6%) que afirman que no les gusta asistir a la escuela. Además, según lo muestra la Encuesta Nacional de Juventud 2010, el 16% de los jóvenes con estudios universitarios que abandonaron la escuela lo hicieron porque se aburrían, o porque desde su perspectiva “estudiar no sirve para nada”.

Pero, son mayoría quienes se sienten satisfechos y miran a la universidad con confianza, reconocimiento y hasta agradecimiento. Lo frecuente es que asistan a la universidad con gusto y es innegable que esta institución constituye una fuente principal de sus identidades. De hecho, la Encuesta de Estudiantes de la UNAM (2011) constata que el 71% escoge la palabra universitario como identidad de preferencia. Mediante la información de la misma encuesta se observa que entre los estudiantes existen miradas devaluatorias de las universidades mexicanas respecto a las extranjeras, que pueden ser resultado de la proliferación de las listas, o rankings, que clasifican a las universidades del mundo según determinados indicadores de calidad. El 47% de los estudiantes de la UNAM piensa que las universidades estadounidenses y europeas son mejores que esta institución, con todo y que opinan que la UNAM es la mejor universidad de México.

Un dato que llama la atención es el que se relaciona con la evaluación de las universidades públicas respecto a las privadas. Según la Encuesta Nacional de Juventud 2010, el 36% de los jóvenes con estudios universitarios opina que las universidades privadas son mejores. Esta respuesta la dieron jóvenes que estudiaban en este tipo de universidad y, en la mayoría de los casos, la razón de su opinión se relaciona con la creencia de que los egresados de las universidades privadas tienen mayores oportunidades de conseguir buenos trabajos.

Lo anterior está íntimamente ligado al “diálogo entre voces sociales” en el que, desde hace casi tres décadas, la hegemonía la llevan quienes tienen intereses particulares en la educación. Pero, la estadística indica que entre los estudiantes de las IES privadas es más frecuente el disgusto por asistir a la escuela y menor el porcentaje de quienes recomendarían a sus amigos y parientes asistir a la misma escuela. Esto habla de que la vida cotidiana de los jóvenes produce y reproduce otro tipo de experiencias y miradas respecto a la institución en la que estudian.

La mayoría de los estudiantes dice que sus relaciones con los compañeros son muy buenas y buenas las que sostienen con los maestros. Sin embargo, son extremadamente pocos los que participan en grupos u organizaciones de la institución. El escaso interés de los jóvenes en participar en organizaciones y grupos universitarios, probablemente, esté asociado con las miradas con las que la institución se relaciona con la juventud.

Es que la universidad suele ver a los estudiantes como matrícula y a los jóvenes que no estudian como fallas de cobertura, solamente. Cuando al fin cae en cuenta de que son jóvenes, de carne y hueso, se siente amenazada, los representa como problema y peligro, y comienza a desplegar estrategias autoritarias, disciplinantes y hasta discriminatorias contra ellos y ellas.

El título del simposio en el que se hizo referencia a todo lo aquí dicho fue “La universidad pública futuro”. En la mesa que se trató el tema de los jóvenes se concluyó que, más allá del régimen de sostenimiento, “lo público” de la universidad está sujeto a redefiniciones. Si se quiere que lo público siga identificado con la capacidad de producir inclusión social y convivencia democrática entre grupos sociales la participación activa de los estudiantes en los asuntos universitarios resulta una condición necesaria.

El desafío consiste en abrir caminos y espacios institucionales desde los que sea posible que los jóvenes universitarios, en su diversidad, desplieguen pública y legítimamente sus pensamientos, acciones, obras y palabras.


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