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¿Nuevas iniciativas para el posgrado?
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm. 520 [2013-08-01]
 

Las estimaciones oficiales dicen que la matrícula total del posgrado en el ciclo escolar 2012-2013 sumaba 243 mil estudiantes. ¿Es una cifra modesta o más bien alta? Si consideramos el lugar de la economía nacional, la población total, el volumen del sistema educativo o los casi tres millones de jóvenes matriculados a nivel licenciatura, sería el primer caso.

Sin embargo, si advertimos que hace dos décadas apenas sumaban 46 mil los estudiantes matriculados en el posgrado. De hecho, todavía en el año 2000 eran 129 mil; poquito más de la mitad de los que ahora están inscritos. Entonces, quizás la actual cifra de 243 mil ya no parece tan menor.

El nivel escolar de la población se ha incrementado significativamente en las últimas dos décadas: la población entre los 25 y 64 años pasó de 6 a 9.7 años de estudio. Y se incrementará más. Después de todo, también en los últimos 20 años pasamos de 6 a 12 años obligatorios de estudio (tres de secundaria en 1993 y otros tres de preescolar en el 2002) y serán 15 años en el 2022, cuando entren en vigor, plenamente, los tres años obligatorios de la educación media superior.

La obligatoriedad en la base del sistema educativo nacional y la ampliación paulatina de los niveles subsecuentes han tenido impactos sucesivos hasta llegar al último peldaño del sistema: el posgrado. Un fenómeno relativamente reciente y espoleado por las economías basadas en el conocimiento que han difundido la inescapable idea de la formación de alto nivel.

El problema en México es que, como ha ocurrido con casi todos los niveles, se deja a la inercia lo que no demanda una atención urgente. Solamente cuando parece estar controlado lo elemental, se atiende a lo siguiente. Las iniciativas sobre el posgrado han sido escasas, o bien, han sido poco consistentes y adoptadas al calor de los acontecimientos.

La medida más relevante y permanente del Estado mexicano ha sido su programa de becas de posgrado, prácticamente desde la creación de Conacyt. Ciertamente, y lo hemos repetido en múltiples ocasiones, ha sido una política verdaderamente generosa de formación de recursos humanos. No obstante, como también lo hemos subrayado, la política de becas no ha estado exenta de dificultades: desorden en su base de datos histórica, modificaciones conforme los recursos fiscales más que orientaciones estratégicas, medidas de ensayo y error, o cambio de normas sin mayor explicación, entre otras.

La otra gran iniciativa para el posgrado, precisamente cuando los programas de posgrado comenzaron a proliferar y el tema de la evaluación comenzaba a instaurarse, fue la integración de padrones nacionales con programas reconocidos, previa evaluación. Primero, al comienzo de los años 90, fue el Padrón de Posgrados de Excelencia, vigente hasta el 2001 y concentrado exclusivamente en los programas orientados a la investigación.

Después, vino el actual Padrón Nacional de Posgrado de Calidad (PNPC), el cual incluye no solamente programas orientados a la investigación si no también a los profesionalizantes. Ambos padrones han diferenciado el cúmulo de programas que han proliferado recientemente (actualmente suman poco más de 7 mil y menos de la cuarta parte están en el padrón).

Sin embargo, es probable que la actual administración adopte otras iniciativas respecto al posgrado. El pasado 24 de julio Conacyt presentó dos reportes sobre este nivel. Uno es un “Estudio sobre las repercusiones de una política pública del posgrado en México”, a cargo de Lucía Bazán Levi del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), pero cuyo objetivo está centrado mas bien en “valorar el alcance del programa de becas y sus repercusiones en la sociedad y los sectores productivos”.

El otro reporte se denomina “Aporte de los recursos humanos altamente calificados a las capacidades locales de innovación”, bajo la responsabilidad de Elvia Martínez Viveros del Centro de Investigación en Geografía y Geomática Ing. Jorge L. Tamayo (Centro Geo), el cual analiza fundamentalmente la distribución de los recursos humanos de “alto nivel y su convergencia con capacidades locales de innovación”.

Los dos reportes apenas son esbozos (poco creíbles sus datos sobre programas dentro y fuera del PNPC. Boletín 55/13), todavía están en proceso. Pero podrían ser un insumo para la elaboración del programa sectorial que deberá estar listo a más tardar en abril del año próximo. El asunto es si llegamos al punto de inflexión o la inercia podrá estirarse un poco más.


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