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Secretaría ejecutiva del Consejo Consultivo de Ciencias
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 190 [2006-08-24]
 

La semana pasada se anunció la sustitución del secretario ejecutivo del Consejo Consultivo de Ciencias (CCC) de la presidencia de la república. El escueto boletín de la Secretaría de Educación Pública no señala las razones del cambio, pero a escasos tres meses de que concluya el ejercicio de la actual administración no se sabe si el nuevo nombramiento es en previsión de los planes que están por diseñarse para el siguiente periodo, algún imponderable o una valoración del Consejo que lo muestra ya como prescindible.

El nuevo secretario ejecutivo es Jaime de la Garza, medico regiomontano, director general del Instituto Nacional de Cancerología y miembro de la junta de gobierno de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Sustituye a Armando Lodigiani y Rodríguez quien ocupaba ese cargo desde enero de 1996, hace ya más de una década.

El CCC es una estructura de la organización científica que antecede a los cambios en la normatividad del área de los años recientes. Fue creado por acuerdo presidencial el 23 enero de 1989, en los inicios del sexenio del exmandatario Carlos Salinas, en el contexto de afirmación del liderazgo del ejecutivo federal de ese entonces y a la búsqueda de puentes de comunicación con los diferentes sectores sociales. En esa época no había instancias de coordinación y contacto de políticas públicas en la materia como el Consejo General o el Foro Consultivo que ahora prevé la ley de ciencia.

Según el decreto de creación, el CCC es básicamente un órgano de apoyo y asesoría del ejecutivo federal. Está facultado para canalizar las aportaciones de la comunidad científica a las tareas de planeación del desarrollo, opinar sobre asuntos de interés científico y realizar estudios respecto de algunos programas específicos (DOF 24.01.89).

El Consejo se integra, a título honorario, por quienes han sido merecedores del Premio Nacional de Ciencias y Artes, una de las distinciones más preciadas del sector que entrega el gobierno federal, y actualmente está compuesto por poco menos de un centenar de personas, aunque en realidad es más bien una estructura nominal. La normatividad establece que entre ellos designan un coordinador general, mismo que dura en el cargo tres años y puede reelegirse por un periodo más. El actual coordinador es Adolfo Martínez Palomo quien fue electo en noviembre del 2003, en vista del intempestivo fallecimiento en ese año de Hugo Aréchiga quien había tomado posesión del puesto apenas un par de meses antes de su muerte.

En los próximos meses se cumplirá el primer trienio de Martínez Palomo y estatutariamente se puede reelegir para un siguiente periodo, aunque con el reciente cambio parece poco probable que así ocurra. El secretario ejecutivo es quien tiene el mayor peso en la conducción del CCC y en la interlocución con el ejecutivo federal. No solamente porque su nombramiento y apoyo presupuestal depende del presidente de la república sino también porque el funcionamiento del Consejo está bajo su responsabilidad, lo mismo que la ejecución de los acuerdos y la programación de encuentros con el presidente.

El papel del CCC al inicio de los años noventa fue públicamente vistoso, sobre todo en ausencia de otras instancias formales de contacto entre gobierno y comunidad científica. A medida que se fueron creando otros espacios y cambiaron los titulares, la actividad pública del Consejo casi desapareció y ahora solamente se le recuerda como coeditor de publicaciones o por su intervención anual en la entrega del Premio México de Ciencia y Tecnología.

En esta administración solamente una vez se ha reunido el presidente Fox con el pleno del CCC. Según nota del año pasado de Lydiette Carrión, en febrero del 2001 tuvo lugar tal reunión por media hora y desde entonces no hubo más (MilenioDiario 31.10.05). En su origen el Consejo estaba planeado para ofrecer un respaldo técnico al gobierno federal (o más bien de beneficio mutuo) en materia de política científica y tecnológica, pero ante la ausencia de contacto cabría preguntarse si la comunicación se ve ya como innecesaria o más bien el esquema organizativo resulta inadecuado, especialmente si se considera la existencia de otras instancias de representación con las que se traslapa y que están previstas en la Ley de Ciencia y Tecnología.

La capacidad menguante del CCC muestra que ha dejado de tener relevancia y tal vez esté próxima su desaparición o su mutación en otro formato para la siguiente administración


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