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Harvard no se dobla ante protestas por Calderón
Marion Lloyd
Campus Milenio Núm. 494 [2013-01-17]
 

Las más de 30 mil firmas de protesta recaudadas en Estados Unidos y México no fueron suficientes para que Harvard cambiara su postura ante la estancia del ex presidente Felipe Calderón en la universidad. Como mucho, representantes de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy, de Harvard, se vieron obligados a reconocer públicamente que Calderón es una figura polémica. Y que no todos están de acuerdo con la decisión del ex mandatario de lanzar una “guerra” frontal contra el narcotráfico, ni con su manejo de los abusos de derechos humanos que han sido producto de ella.

Doug Gavel, un vocero de la Escuela Kennedy, defendió el nombramiento de Calderón como el primer beneficiario de la beca Angelopoulos para líderes globales (Angelopoulos Global Public Leaders Fellowship), la cual implica una estancia de un año en la universidad a partir del 28 de enero. Gavel aclaró que Calderón no impartirá clases, sino que se limitará a dar ponencias y a escribir sobre sus experiencias como presidente.

“Reconocemos que no todos estuvieron de acuerdo con sus políticas ni con el manejo de las mismas, como es el caso de todos los líderes a nivel mundial”, escribió Gavel en repuesta al reportero de MILENIO, Víctor Hugo Michel. Sin embargo, escribió Gavel en una carta publicada en primera plana en el diario el 11 de enero, “uno de los pilares de la Escuela Kennedy y de todas las universidades estadounidenses es el libre intercambio de ideas”.

Aquí hace falta una precisión. Ninguna de las manifestaciones en contra del nombramiento de Calderón han cuestionado su derecho de expresarse libremente, sino que critican la decisión de Harvard de premiar de tal forma a una figura tan polémica —y, dirían sus detractores, tan poco ética.

La primera petición fue lanzada por John Randolf, un agente retirado del Servicio de Migración de Estados Unidos, y hace un recuento de las violaciones de derechos humanos cometidas bajo la administración de Calderón. Él fija la cifra de víctimas en 125 mil (entre muertos y desaparecidos), sin hablar de los miles de casos de tortura y otras violaciones cometidas por parte de las fuerzas armadas y la policía. “La contratación de Calderón en Harvard representa, por lo menos, un guiño de favoritismo financiero y político, e incluso de servilismo”, según la petición. “Con nuestras firmas vamos a hablar para los que no pueden. Que sus 125,000 almas descansen en paz como esta vergüenza atormenta a Harvard y Calderón”. Hasta el lunes, la petición había recabado más de 30,000 firmas.

La segunda petición, lanzada en español por el constructor mexicano Eduardo Cortés Rivadeneyra, ha recabado casi el mismo número de firmas, sin que quede claro cuánta gente firmó las dos peticiones. Suma a las críticas de Randolf en términos de derechos humanos y acusa a Calderón de fracasar en el ámbito financiero —justo el área celebrado por Harvard como uno de los principales logros del ex presidente. Según cifras oficiales y de instancias internacionales citadas por Cortés, durante el gobierno de Calderón la deuda pública se disparó en 122%, México sumó 7.3 millones de pobres, y el país bajó 33 lugares en el Índice de Corrupción.

También se han sumado a las críticas a Harvard reconocidos defensores de los derechos humanos tales como Sergio Aguayo, académico del Colegio de México, y el poeta Javier Sicilia, líder del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. El nombramiento de Calderón es “un insulto a nuestras víctimas, una agresión a la Declaración Universal de Derechos Humanos y una violación a los principios que pregona la universidad estadounidense”, escribió Aguayo en el periódico Reforma a finales de diciembre. Acusó a la universidad de violar sus propios principios éticos. La Declaración de Derechos y Responsabilidades de la Escuela Kennedy afirma que sus miembros “se distinguen por respetar ´la dignidad de otros´ y por tomar en cuenta las ´consecuencias que las políticas tienen en las personas´". A su vez, señala Aguayo, “en la Misión de la Universidad de Harvard se lee que sus integrantes asumirán la ´responsabilidad por las consecuencias de [las] acciones personales´”.

Y la crítica de Aguayo no paró allí. Junto con Sicilia, escribió una carta el pasado fin de semana al decano de la Escuela Kennedy, David T. Ellwood, pidiéndole que pusiera por escrito las razones por las cuales Harvard aparentemente viola su propio código de ética. En ella, reconocen algunos aciertos de Calderón, como el haber dejado “cuentas positivas en cifras macroeconómicas” y “una historia razonable en libertad de expresión a la información”. Sin embargo, insisten, “lo que se discute intensamente es la responsabilidad que tuvo en la tragedia humanitaria causada por esa guerra: más de 60 mil muertes, al menos 25 mil personas desaparecidas, 260 mil desplazados, 18 mil migrantes secuestrados cada año, etcétera”. Además, afirman, los principales grupos de derechos humanos internacionales, como Amnestía Internacional y Human Rights Watch, han declarado que “México vive una crisis humanitaria sin precedentes debida, en parte, a decisiones tomadas por el expresidente Calderón”.

Hasta ahora, la respuesta de Harvard ha sido decepcionante, aunque no sorprendente. Varios académicos prominentes, como el profesor cubano de gobierno Jorge Domínguez, han salido en defensa de Calderón en semanas recientes. “Estoy seguro que… este es una buena persona, un buen presidente, y que la Escuela Kennedy hizo lo correcto en nombrarle como un fellow”, escribió Domínguez en un correo electrónico al periódico estudiantil de Harvard, el Crimson.

Tampoco se esperan muchas reacciones en contra por parte de los estudiantes, que regresan a clases el 28 de enero. La Asociación de Estudiantes Mexicanos de Harvard, que reúne a más de 160 estudiantes, profesores e investigadores mexicanos, descartó tomar una postura ante la polémica, según reportó el diario virtual jarochos.net. Tal apoliticismo se contrasta fuertemente con la reacción de estudiantes de la Universidad de Texas en septiembre, cuando se enteraron de que Calderón estaba en pláticas con oficiales universitarios sobre un posible puesto como profesor en la institución. Después de semanas de protestas por parte de estudiantes y académicos, esa posibilidad se difumó.

Pero Harvard es distinto, en parte porque se ubica a miles de kilómetros de la frontera, y por lo tanto, sus comunidad en su mayoría no ha vivido los estragos de la guerra contra el narco. Pero más relevante es el hecho de que se perfila como la mejor universidad del mundo, según la mayoría de los rankings internacionales de universidades, y por ser la institución de educación superior más antigua del país. Cuenta entre sus egresados a presidentes liberales como Franklin D. Roosevelt, John F. Kennedy, y Barack Obama, pero también a conservadores como George W. Bush, Jr., Sebastián Piñera, de Chile, y Juan Manuel Santos, de Colombia, además de cientos de famosos de todos los campos profesionales.

Al igual que los demás miembros del Ivy League, Harvard tiene una larga tradición de cobijar a ex líderes, sobre todo cuando son egresados de la propia institución. Calderón obtuvo una maestría en la Escuela Kennedy en 2000, un hecho que probablemente facilitó su retorno a Harvard. Lo mismo sucede con el ex presidente Ernesto Zedillo, quien obtuvo su doctorado en economía en 1981 de la Universidad de Yale, en donde ahora funge como director del Centro Yale del Estudio de la Globalización.

Otro caso es el ex Presidente Carlos Salinas de Gortari, quien recibió su doctorado en economía de Harvard en 1978. Cuando Salinas se autoexilió en 1995, asediado por acusaciones de males manejos económicos y corrupción, entre sus pocos defensores se encontraban sus ex profesores de Harvard.

Dicho eso, quizás el caso más parecido es el del ex presidente colombiano Álvaro Uribe, que también ha sido repudiado por su pésimo record de derechos humanos. En 2010, Uribe empezó un año como profesor invitado en la Universidad de Georgetown, desatando fuertes protestas por parte de estudiantes y profesores. En octubre de ese año, más de 150 estudiantes y académicos, incluyendo a 10 profesores de Georgetown, firmaron una carta exigiendo el despido de Uribe como profesor de la universidad. Según la carta, el nombramiento del ex líder colombiano “no solo es profundamente ofensivo para los colombianos que aún mantienen principios morales, sino que pone en riesgo el desarrollo ético de los jóvenes que asisten a nuestra universidad”.

Hasta ahora, parece poco probable que el nombramiento de Calderón desate una protesta de tal magnitud en Harvard. Pero si las peticiones y otras formas de denuncia logren su objetivo, la Escuela Kennedy tendrá que dar una explicación que va más allá de los supuestos aciertos del sexenio calderonista. Y, quizás, los estudiantes de Harvard tomen la oportunidad de hacerle preguntas difíciles a Calderón. Es una oportunidad que no han tenido ni tendrán las víctimas de la guerra en su propio país.


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