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Chiapas: los contrastes y la iniciativa fallida
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm. 486 [2012-11-08]
 

En las últimas dos décadas los números de la entidad han mejorado, pero junto con otras tres entidades sigue concentrando algunas de las cifras más preocupantes de la desigualdad social, el atraso educativo y el escaso desarrollo científico y tecnológico.

Actualmente, Chiapas ocupa la nada honrosa posición de ser el primer lugar en población analfabeta en el país. El 17 por ciento del total de su población de 15 años y más no sabe leer y escribir. Si hacemos la diferencia por sexo, el problema del analfabetismo es más dramático para las mujeres: 22 por ciento (los hombres 13 por ciento).

Tómese como referencia que a nivel nacional la tasa de analfabetismo general es de 6 por ciento y el de mujeres de 8 por ciento. En el DF la tasa es del 2 por ciento, los mejores números en todo el país en este indicador y que nos permite advertir la distancia a la que está Chiapas en este terreno.

El grado promedio de escolaridad de su población de 15 y más años es de 6.7 grados; a nivel nacional es de 8.6 grados. Aunque se ha logrado prácticamente la universalización de la educación primaria, como también ocurre en el país, los pendientes se localizan en la educación preescolar (principalmente en la atención a los niños de 3 años) y en la cobertura de la educación secundaria (actualmente es de 90 por ciento), media superior y superior.

En comparación con las cifras que presentaba en 1990, antes del conflicto armado zapatista y la concentración de recursos públicos, el avance se ha registrado principalmente en la educación básica y media superior. Al menos en esos niveles abandonó las últimas posiciones.

Sin embargo, en lo que concierne al porcentaje de analfabetismo y cobertura en la educación superior, al inicio del periodo de referencia tenía los peores lugares y lo sigue teniendo hoy día. Redujo el analfabetismo más de 10 puntos porcentuales en dos décadas y casi triplicó la cobertura en educación superior (actualmente es de 14 por ciento), pero en ambos casos sigue en último lugar y los porcentajes son inaceptables.

Lo sorprendente es que en matrícula de posgrado no ocupa la última posición --aunque solamente un par de sus programas están en el padrón de posgrado y solamente cinco instituciones ofrecen programas de doctorado-- y desde el año 2000 la entidad cuenta con su Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología de Chiapas (Cocytech). No fue el primer organismo en crearse en el país, pero tampoco de los últimos (el primero fue en Puebla en 1983 y el más reciente fue en Oaxaca en el 2009).

La entidad también cuenta con una ley de ciencia y tecnología, la cual fue promulgada en el 2004. Actualmente tiene 160 investigadores reconocidos en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Aunque desde el 2005 la entidad creó su propio Sistema Estatal de Investigadores, en el que incluye a un mayor número de investigadores con diferentes grados escolares.

El programa institucional 2007-2012 del Cocytech, una administración que está por concluir, se planteó tres objetivos: vincular al sector productivo con los centros de investigación; transferencia de tecnologías; y consolidar la eficiencia y eficacia del sistema estatal de ciencia y tecnología. Incluyó una media docena de proyectos y otras tantas metas.

Lo sorprendente es que el programa nada mencionó de plan alguno para concentrarse en la producción de bioenergéticos. Sin embargo, desde el 2010 esa fue la principal iniciativa de la administración del gobernador chiapaneco Juan Sabines, a través de una planta de producción de biodiesel a base de semillas del arbusto Jatropha, la cual alimentaría a dos sistemas de transporte público. Lo lamentable es que se trató de un proyecto fallido.

Según lo reportó Edgar Hernández (Reforma 29/10/12: 14), los camiones utilizarían inicialmente 20 por ciento de biodiesel y 80 por diesel; paulatinamente alcanzarían el 100 por ciento de biodiesel. Pero no. El mismo reportaje indica que no se ha logrado la reconversión, ni la planta de biodiesel opera ni las unidades utilizan los porcentajes esperados del bioenergético. Un fracaso.

El caso es ilustrativo de lo que ocurre con muchas iniciativas que parecen prometedoras, pero que no buscan ser una verdadera solución o se extravían en algún punto de su implementación. Lo lamentable es que se trata de entidades con graves carencias y que, encima, prescinden del apoyo de los conocimientos científicos y tecnológicos.


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