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Los pendientes del calderonismo
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm. 477, pp12 [2012-09-06]
 

Sin pretender hacer un balance exhaustivo de lo realizado por la gestión calderonista en materia educativa, me gustaría comentar solamente algunos aspectos reportados en el Sexto Informe de Gobierno. Éstos se relacionan con la calidad de la educación—aunque también con la igualdad y la justicia— en los diversos tipos y niveles que componen el sistema educativo nacional. Señalan asimismo los pendientes que seguirán requiriendo de la atención urgente de la próxima administración federal. En primer término se encuentran los datos referidos a los índices de rezago educativo en diversos niveles educativos (alfabetización, primaria y secundaria. Pese a que en el periodo 2006-2012 la población mayor de 15 años que aún es analfabeta o que tiene primaria o secundaria incompleta disminuyó de poco más de 32 millones (43.7%) a poco más de 31 millones (38.4%). Como puede apreciarse, los números son todavía muy significativos para el total de la población en general y siguen siendo aún cercanos al total de quienes forman parte del sistema educativo nacional (34.8 millones de alumnos).

El índice de reprobación también continúa alto, pese a los ajustes y medidas que se han tomado para disminuirlo, principalmente en el nivel de primaria. En este último, es del 3.2%, aumentando significativamente en la secundaria (15.1%) y duplicándose en la media superior (32.5%). Los porcentajes mencionados se han mantenido casi iguales con respecto al ciclo escolar anterior y, por supuesto, muestran proporciones mayores o menores dependiendo de las diversas asignaturas de los planes de estudio respectivos. En este sentido, llaman la atención los resultados que arroja la prueba ENLACE acerca de materias básicas como español y habilidad lectora, por señalar sólo algunas de las más relevantes dentro del curriculum escolar. En 2011 el porcentaje de estudiantes de primaria que se ubicó en los niveles insuficiente y elemental en español alcanzó el 60%, cifra menor al 78.8% que se tenía en 2006, aunque todavía sigue siendo considerablemente alta. No obstante, los porcentajes correspondientes a la secundaria en esta misma asignatura en los niveles antes mencionados es alarmante: 82.9%. En el nivel medio superior la situación mejora al observarse que poco más de la mitad de los estudiantes (54.3%) presenta niveles de bueno y excelente.

Más allá de las reservas que los últimos resultados de la controvertida prueba han sido expresados por algunos colegas (véase, por ejemplo, la columna de Manuel Gil en El Universal del 1º de septiembre), las deficiencias en el uso del idioma y de la comprensión de lo que se lee, son muy preocupantes. Demuestran, por decir lo menos, que quienes egresaran de ese nivel y ya no pudieran continuar al bachillerato, se enfrentarían con enormes desventajas al mercado laboral. No sería difícil por lo tanto, predecir que los empleos a los que pudieran aspirar serían muy poco calificados y precarios, con muchas probabilidades de reproducir el círculo que vincula la ignorancia con la pobreza.

Otro de los aspectos que han resultado muy complicados de manejar y que también se relaciona directamente con la calidad educativa es el que se refiere a la formación y actualización de los maestros. Ha sido éste, sin duda, uno de los asuntos de mayor complejidad por todas sus implicaciones: sindicales, académicas, organizativas. Durante los últimos años se han iniciado sendas reformas a los niveles básico y medio superior. Para ello se han desarrollado un número importante de acciones y programas de actualización (cursos y diplomados, entre otros) que tratan de cubrir las distintas dimensión de la función docente. También se han planteado cambios significativos a las instituciones formadoras del profesorado. Las acciones que dieron comienzo en el sexenio que está por terminar, habrán de ser revisadas para valorar y definir lo que se tenga que cambiar o permanecer. Además, en el insoslayable terreno de la política, hay grandes expectativas por ver las relaciones que tendrá el nuevo gobierno con el aparato sindical del magisterio para hacer avanzar las medidas que aquél se proponga realizar.

Asimismo, está por verse si la nueva administración continuará o no con la inveterada costumbre sexenal de comenzar de cero y reinventar la educación del país. Hay que decir, también, que la política educativa tendrá que inscribirse en una estrategia que contribuya a dar no sólo legalidad sino legitimidad a las acciones que en materia educativa urge tomar para revertir los enormes rezagos que el régimen calderonista no fue capaz de resolver de manera satisfactoria. En lo educativo como en lo social, la justicia y la igualdad siguen siendo asignaturas pendientes.


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