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La inversión y la internacionalización
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 238 [2007-08-30]
 

La competencia entre las grandes empresas transnacionales es cada vez mayor y tiene un efecto importante en la investigación y en el desarrollo tecnológico. El movimiento exportador de tecnología de las grandes corporaciones de países desarrollados a países en desarrollo no es nuevo, tampoco lo es su búsqueda de mercados emergentes, materias primas o mano de obra más barata.

Lo novedoso es que la anterior relación unidireccional ya no parece tan sencilla: los flujos de inversión comienzan a moverse en distintas direcciones, lo mismo que las funciones de conocimiento intensivo y el establecimiento de unidades locales de investigación y desarrollo. Las corporaciones, con el fin de afianzar su presencia, adecuarse al mercado local y tomar la delantera a sus competidores realizan funciones antes reservadas para países centrales. El caso de las empresas electrónicas, biotecnológicas, automotrices y farmacéuticas es ilustrativo de cierta transnacionalización de la investigación y el desarrollo.

Recientemente se ha verificado un importante incremento en la inversión extranjera directa (IED), uno de los indicadores que permiten apreciar el movimiento de las empresas transnacionales y que la mayoría de las naciones busca atraer para sí. Un informe de 2006 de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés), muestra que en 2005 la IED alcanzó 916 mil millones de dólares, un aumento de 29 por ciento respecto de 2004 y del cual participaron 126 de las 200 economías registradas en el organismo.

El mayor volumen de flujos de entrada sigue siendo entre las economías desarrolladas, pero las economías en desarrollo, contrario a las primeras, han incrementado su participación de forma sostenida en la presente década.

Del total de IED en 2005, 59.2 por ciento (542 mil millones de dólares) correspondió a la entrada de inversiones en las economías desarrolladas, 36.5 por ciento (334 mil millones de dólares) en las economías en desarrollo y la parte restante a las economías de Europa sudoriental y de la Comunidad de Estados Independientes (UNCTAD, Informe sobre la inversión en el mundo 2006. Panorama general).

El reciente auge de la IED ha sido por las fusiones y adquisiciones (FAS) transfronterizas en los países desarrollados, pero también por las tasas de crecimiento y la estabilidad de buena parte de las economías en desarrollo. Los países que ocupan las primeras posiciones en la recepción de IED en la región latinoamericana son México y Brasil, aunque el volumen es mayor para China y Hong Kong.

De acuerdo con las estimaciones de la UNCTAD, existen 77 mil empresas transnacionales —de las que depende en su mayor parte la IED— y cuentan con más de 770 mil filiales extranjeras. Pero las 100 principales empresas transnacionales provienen sólo de la Unión Europea, Japón y EU. Vodafone (Reino Unido), General Electric, Ford Motor Company y General Motors (EU), son las empresas no financieras en el mundo con los mayores activos fuera de su país de origen.

El dato que llamó la atención es que empresas de países en desarrollo comenzaron a destacar en el plano internacional por su nivel de inversión fuera de su país de origen. Las cinco principales: Hutchinson Whampoa, Petronas, Singtel, Samsung y CITIC, como era de esperarse provienen de China, Malasia y Corea. Aunque entre las lista de las 25 primeras también se encuentran dos empresas brasileñas (Petrobras y Vale do Rio Doce) y tres mexicanas (Cemex, Telmex y América Móvil).

Uno de los principales motivos por los cuales los países en desarrollo buscan atraer la IED es que, aparte del dinamismo de la economía local, puede propiciar un vínculo con las redes de innovación y tecnología global de las empresas transnacionales. No obstante, las capacidades tecnológicas no se adquieren fácil ni automáticamente, es necesario hacer importantes esfuerzos en formación de recursos humanos con altos niveles de calificación, una infraestructura consolidada, apoyos institucionales y regulaciones claras (sistema nacional de innovación). Por ello, es relevante la localización de actividades de investigación y desarrollo de las empresas transnacionales.

El asunto tampoco es tan sencillo, especial atención merece el horizonte temporal de los flujos de la IED en los países en desarrollo (que recientemente se han situado en un promedio de seis años), el destino de las inversiones (los servicios, las manufacturas) y las medidas proteccionistas que han aplicado los países desarrollados. Por lo mismo sorprende que México no se ha preocupado por atender el componente de ciencia y tecnología en las políticas de incentivo al IED ni en los acuerdos comerciales que ha firmado.


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