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Educación superior y pueblos indígenas en América Latina
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm 238, pp.7 [2007-08-30]
 

Uno de los temas más relevantes del Informe sobre la Educación Superior en América Latina y el Caribe 2000-2005, publicado el año pasado por el Instituto Internacional para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (IESALC-UNESCO), es el de la educación superior y los pueblos originarios de la región. En el noveno capítulo de dicho informe, el profesor colombiano Manuel Ramiro Muñoz ofrece un amplio panorama de los avances que han tenido los países latinoamericanos y del Caribe para abrir el acceso a los indígenas.

La década de los años noventa fue la época en que la demanda en ese sentido cobraron mayor fuerza y culminaron "otras apenas recientemente" en el establecimiento de instituciones universitarias con programas profesionales novedosos. De esa manera se comenzó a poner fin a una dilatada situación de injusticia caracterizada por la invisibilidad social y la negación de un derecho fundamental, para quienes, en algunos casos, representan más de la mitad de la población en varios países de AL. Se calcula que en la región existen entre 40 millones y 50 millones de indígenas, alrededor de 10 por ciento de la población total.

Es bien sabido que los indígenas en Latinoamérica son los pobres entre los pobres. Estudios de diversos organismos internacionales como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo muestran que el nivel de ingreso de los pueblos indígenas, al igual que los indicadores de desarrollo humano, ha quedado a la zaga del resto de la población. Esto tiene lugar en un contexto regional de enorme desigualdad, donde 10 por ciento más rico de los individuos recibe entre 40 y 47 por ciento del ingreso total, en tanto que 20 por ciento más pobre sólo recibe entre 2 por ciento y 4 por ciento.

En el capítulo en cuestión se mencionan también algunas causas de la exclusión de los indígenas de la educación superior en AL: dispersión geográfica de las comunidades y falta de instituciones educativas en las zonas indígenas; alta diversidad lingüística y escasez de especialistas en esas lenguas; localización de los indígenas en zonas marginadas, deprimidas y de alta conflictividad política y social; poca pertinencia de los currícula universitarios para las labores y trabajos de las comunidades; discriminación en los mercados laborales urbanos para los profesionales indígenas; bajos niveles de calidad y cobertura de la educación básica y media, lo que determina la existencia de muy pocos aspirantes a la enseñanza superior; altos niveles de deserción de los estudiantes por lo alejado de los centros de estudio, diferencias culturales, altos costos de sostenimiento y elevados "costos de oportunidad" para los hogares, y ausencia de políticas públicas para superar las barreras y restricciones en el acceso, entre otras.

Con el fin de superar estas limitaciones a la participación de los pueblos indígenas en la educación superior, se han puesto en marcha diversos programas en los distintos países, como becas; cupos (porcentajes de la matrícula destinados a determinados grupos o sectores sociales); modalidades de admisión especiales, según acuerdos entre las universidades y las comunidades; programas no formales (talleres y cursos) a cargo de las propias comunidades, ONG o universidades, realizados in situ; cursos de nivelación o preparación para los exámenes de admisión, acceso a modalidades virtuales, y establecimiento de instituciones de educación superior indígenas o interculturales.

Cabe señalar, según el informe, que se encuentran en marcha dos grandes tipos de experiencias. Las primeras, desde las propias comunidades, incluyen modalidades de educación superior propias, basadas en el principio de la autonomía cultural y de pensamiento. También están las experiencias de educación bilingüe e intercultural promovidas por los propios pueblos, buscando el diálogo y la relación con otras culturas, idiomas y formas de pensar. Se orientan al fortalecimiento de procesos propios con el fin de crear condiciones para interactuar con el medio externo en igualdad de condiciones y a impactar en forma positiva la cultura nacional. Del lado de las prácticas de educación bilingüe e intercultural promovidas desde el sistema de educación superior, se han realizado algunas otras, tomando en consideración los contextos culturales de los pueblos originarios y se orientan a dar respuesta a sus demandas de acceso, mayor cobertura y pertinencia. Dentro de este tipo de iniciativas se incluyen las que en nuestro país son el Pronabes y las universidades interculturales, ambas iniciadas a principios del presente siglo por el gobierno federal.

Los dos grandes retos para la educación superior latinoamericana planteados por la emergencia de las demandas y experiencias provenientes de los pueblos indígenas son, en primer término, un cambio radical en la forma de reconocernos, transformando la visión monocultural por otra que reconozca plenamente la variedad de lenguajes, modos de ser, actuar, sentir y pensar de los pueblos que habitan esta región. En segundo lugar, romper con el mimetismo en muchos órdenes respecto de Europa y Estados Unidos, con el propósito de pensarnos con autonomía intelectual. Retos formidables, sin duda, pero que resultan cada vez más inaplazables.


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