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Investigación científica en Iberoamérica
Armando Alcántara Santuario
Campus Milenio Núm 443, pp.12 [2011-12-08]
 

Para nadie es desconocido que la investigación científica es cada día más importante en el mundo actual. Los descubrimientos y las aplicaciones que de ellos se derivan han ayudado a resolver infinidad de problemas en diversas áreas y han mejorado muchísimos procesos y productos, desde los más sencillos hasta los más sofisticados. La generación y difusión de conocimientos está concentrada en un reducido número de países y “centros de excelencia”, situados casi siempre en las naciones más desarrolladas económicamente. Aunque hay que reconocerlo, los países están rescatando y destacando la importancia de los conocimientos y saberes locales. Asimismo, son cada vez más extendidas las redes de mujeres y hombres de ciencia que trabajan de manera colaborativa en todo el planeta, en la búsqueda de conocimientos nuevos y la resolución de complejos problemas que afectan al mundo y a sus habitantes.

Si bien se observa una disminución gradual, todavía se presenta en el mundo científico —principalmente con la “investigación de frontera”— el llamado “principio de Mateo”, en el cual quienes tienen más recursos para investigar, cuentan con los mejores investigadores y estudiantes de posgrado, desarrollan los proyectos más importantes y reciben los mayores financiamientos.

Para discutir y analizar estos temas, la semana pasada se llevó a cabo el simposio internacional “Reflexiones sobre políticas públicas de investigación. La experiencia iberoamericana”, organizado por el doctor Adolfo Martínez Palomo, con los auspicios de El Colegio Nacional, la Secretaría de Educación Pública (SEP) y el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav).

El encuentro contó con investigadores de destacada trayectoria en su respectiva disciplina, pero también han desempeñado cargos directivos en instituciones públicas de investigación u organismos gubernamentales para el fomento de la ciencia y la tecnología.

En el discurso de inauguración, el subsecretario de Educación Superior, Rodolfo Tuirán, señaló que en la actualidad el panorama de la ciencia en el mundo tiene como características principales el paso de un mecanismo gubernamental de financiamiento a uno mixto.

En ese sentido, en las políticas nacionales hay un reemplazo de los mecanismos de articulación verticales y jerárquicos por otros horizontales basados en redes cada vez más amplias y complejas.

Un tercer aspecto es la creciente heterogeneidad de los sistemas nacionales de ciencia, tecnología e innovación, los cuales requieren mecanismos más sólidos de coordinación, planeación y regulación.

En el caso argentino, Enrico Stefani detalló las vicisitudes de su gestión al frente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), fundado en 1958 por el célebre científico Bernardo Houssay, ganador del premio Nobel de Medicina en 1947.

Stefani dirigió el Conicet en el periodo 1997-1998, durante la presidencia de Carlos Saúl Menem, periodo difícil para la ciencia argentina por los escasos recursos que le proveía el gobierno.

Entre los mayores logros de su gestión al frente del Conicet, mencionó la separación entre el área política y académica del organismo, así como la transparencia en el uso de los recursos financieros. Debió enfrentar en su administración la creación de un centro de investigación en la ciudad natal del entonces presidente Menem, Anillaco. Dicho organismo, producto del capricho personal del mandatario, significó un gasto enorme en detrimento del financiamiento del resto de centros de investigación de Argentina.

A su vez, Wanderley de Souza, ex viceministro de Ciencia y Tecnología de Brasil, explicó los principales acontecimientos en la creación y evolución de la investigación científica brasileña.

Mencionó de manera destacada la fundación de agencias gubernamentales como la CNPq, CAPES y FINEP, las cuales han sido cruciales para coordinar y estimular el trabajo de los científicos en las diversas ramas del conocimiento, principalmente de quienes laboran en las universidades públicas.

Destacó los distintos programas e instrumentos de financiamiento de las actividades de ciencia y tecnología. Todo ello ha significado un apoyo cada vez mayor a la ciencia brasileña, lo cual ha redituado en la creación y consolidación de importantes empresas como Petrobras, Embraer y Embrapa, por mencionar sólo algunas de las más exitosas.

El desarrollo de combustibles como el etanol y su uso extendido en los automóviles ha sido posible por el aporte de la investigación científica y tecnológica.

El programa Brasil Ciencia sin Fronteras, del cual nos hemos ocupado en estas páginas (Campus núm. 427), representa el esfuerzo más reciente para impulsar la investigación científica y tecnológica, buscando su conversión en una palanca muy poderosa para continuar el desarrollo económico de la nación carioca.

En su oportunidad, Ramón Latorre de la Cruz, ex agregado científico de Chile en Italia, señaló que no puede haber innovación en un país que carezca de una ciencia básica fuerte.

Al igual que en un buen número de países, ésta se realiza principalmente en las universidades públicas. Por ello, una de las misiones culturales de dichas instituciones es constituirse en fuentes de investigación y servir como palanca para el desarrollo de sus respectivas sociedades.

Subrayó que en Chile existen científicos bien formados, pero su número —al igual que el de las instituciones científicas— es escaso e incipiente.

Desde su punto de vista, aprendizaje y descubrimiento son procesos inseparables. Mencionó que el bajo índice de desarrollo de la ciencia en su país está determinado por la situación de la educación, particularmente la de nivel superior.

Luego de detallar diversos aspectos del actual conflicto entre los estudiantes universitarios y el gobierno, aseveró que Chile tiene el costo educativo más alto del mundo y que el actual modelo educativo fomenta la segregación social.

La situación de la ciencia en España fue descrita por Carlos Martínez Alonso, ex presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), quien apuntó que en la actualidad la investigación científica debe hacer frente, cuando menos, a cuatro grandes retos provocados por la crisis alimentaria, energética, medio ambiental y poblacional.

Subrayó la importancia de que España se hubiera incorporado a la Unión Europea (UE) en 1986, porque ello significó un impulso enorme para su desarrollo científico y tecnológico.

Este país cuenta con una de las mayores comunidades científicas de Iberoamérica: 140 mil personas dedicadas a la investigación. La mayoría de ellas lo hace en universidades y centros de investigación de carácter público.

Enfatizó también que entre 2005 y 2008 se dio un incremento significativo de los recursos estatales para la investigación y el desarrollo científicos (I+D). Sin embargo, el año pasado se presentó una disminución, como efecto de la fuerte crisis económica por la cual atraviesa esa nación.

Al respecto, se ha anunciado que el gasto en I+D sólo creció 0.1 por ciento en 2010, muy lejos de la media de la UE, observándose asimismo que la crisis está frenando la inversión privada. En contraste, Dinamarca, Alemania y Francia aumentaron sus partidas para este gasto (Público, 01/12/11).

Finalmente, en el caso de México, Miguel A. Pérez presentó algunos datos provenientes del estudio Atlas de la ciencia mexicana, en el cual se destaca que las principales políticas públicas en torno de la descentralización de la ciencia en nuestro país han derivado del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), el Programa para el Mejoramiento del Profesorado (Promep) y el Programa Nacional de Posgrados de Calidad (PNPC).

No obstante los esfuerzos por desconcentrar y descentralizar las actividades científicas, tecnológicas y de innovación, se observa todavía una fuerte concentración en ocho entidades del país.

Además, con excepción del Distrito Federal, éstas no son las entidades con mayor contribución al PIB nacional (Nuevo León, Jalisco y Estado de México) las que presentan mayores índices de productividad científica, sino Yucatán, San Luis Potosí, Puebla y Morelos.

Las universidades públicas de los estados y los centros SEP-Conacyt son los que más han contribuido a la descentralización de la ciencia en México.

Una de las conclusiones que pueden desprenderse de este simposio es que, a pesar de su reducido número en comparación con el de las naciones más desarrolladas, las comunidades científicas de Iberoamérica tienen una productividad aceptable, la cual podría potencializarse significativamente si recibieran los recursos suficientes para su pleno desarrollo.


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