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V Informe de Gobierno: el vacío de las cifras
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 144 [2005-09-08]
 

"Haciendo eco de lo expresado por muchos miembros de este Congreso, hoy se pone fin a un rito. Hoy se transforma el sentido de un acto en el que se compilaban y presentaban cifras favorables al gobierno, para lucimiento del Presidente en turno". Este fue uno de los primeros párrafos del mensaje político que el ejecutivo federal leyó ante el Congreso con motivo de su penúltimo informe de gobierno y el anuncio de que los datos no serían el elemento central del quinto informe de gobierno. No lo fueron, efectivamente. Sin embargo, las cifras importan y mucho.

Las opiniones se dividieron. Para algunos analistas el formato del informe de gobierno como se venía realizando era ya insostenible y agradecen el cambio que se registró en esta ocasión. Ven como positivo que el ejecutivo federal prescindiera del cúmulo de datos, la lectura incansable, las cifras históricas y en buena medida que se evitaran las penosas y desgastadas interpelaciones. Fue preferible, dicen, el discurso que convocó a la unidad, a la conciliación, al dialogo. En la perspectiva de otros, el cambio no fue lo más afortunado sobre todo porque en su opinión se evadió la responsabilidad de informar y el contenido del discurso estuvo lleno de lugares comunes, predecible y con poca sustancia que convocara realmente a los actores políticos. Para otros más les fue indiferente el cambio y les resulta irrelevante si el presidente utiliza o no datos, si se demora media o tres horas en informar, si reta o convoca a los legisladores, pues ya tienen un juicio muy elaborado del desempeño de la administración gubernamental y de sus posibilidades.

Sin embargo, para un buen número de ciudadanos, probablemente la mayoría, los informes de gobierno no están en la esfera de su interés ni de su preocupación. Enterarse del estado que guarda la administración pública, paradójicamente, parece estar lejos de las tenazas de la vida cotidiana y del horizonte inmediato de sus proyectos; menos la exigencia de rendición cuentas. Eso es quizás lo más grave: la apatía, el desgano, la indiferencia y el hartazgo.

El asunto es que tampoco podemos prescindir de una valoración del desempeño de quienes tienen a su cargo la conducción de la administración pública, de la marcha de sus compromisos y de la entrega de resultados. En la reciente ceremonia del informe presidencial las cifras no ocuparon el centro. Pero, al igual que en ocasiones anteriores, una cosa es el mensaje que el ejecutivo federal lee ante los legisladores y otra el informe que entrega por escrito al Congreso. En el primero, las alusiones a la educación y a la ciencia y la tecnología apenas ocuparon un par líneas. En el informe por escrito, por el contrario, debe quedar claramente especificado qué avances se han registrado y qué metas se han cumplido.

En este sentido, resulta ilustrativa la información concerniente a la inversión en ciencia y tecnología. En el quinto informe de gobierno se precisa que: "Los aspectos más importantes en la reorganización del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología, que permitieron contrarrestar las limitaciones presupuestarias, fueron los incentivos fiscales a la inversión privada en investigación y desarrollo experimental, así como la inversión efectuada en ese mismo campo por las entidades federativas a través de los fondos mixtos" (p. 248).

En este mismo espacio hemos analizado cómo se han distribuido los incentivos fiscales: concentrados en una o dos ramas industriales y el mayor volumen de recursos en unas cuantas empresas. Pero también, como recordará el lector, la propuesta de egresos para la ciencia y la tecnología para este año era menor, en comparación con el ejercido en 2004 (por cierto, la paquete económico para el año próximo ya está en el Congreso y ahora vendrá el imprevisible proceso de negociación en los próximos meses). Los legisladores modificaron la propuesta, luego vino la controversia constitucional interpuesta por el presidente y el posterior fallo de la suprema corte que le dio la razón. Total, el incremento de recursos no terminó de hacerse realidad.

Según la estimación de datos que muestra el quinto informe de gobierno, la inversión total en ciencia y tecnología en este año alcanzará un volumen de 33,520 millones de pesos, poco más de tres mil millones de pesos respecto del 2004 y, según sus cálculos, representa una variación real del 11.3 por ciento respecto del mismo año. Las cifras no tendrían nada de particular, pero lo sorprendente es que de los más de 33 mil millones que se estiman para este año, 9,478 millones de pesos ejercerá centralmente el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (5,441 para sí y el resto para los centros públicos de investigación). El contraste es porque la propuesta original del gobierno federal consistía en destinar 6 mil 894 millones de pesos y los legisladores la llevaron a 8 mil 143 millones de pesos. Es decir, una diferencia de casi tres mil millones de pesos en el primer caso y de poco más de mil millones en el segundo. El volumen de recursos coincide con los montos autorizados para incentivos fiscales en este año, pero también con la compensación que proponían los diputados. ¿Entonces, a qué se deben esos equilibrios?

Por otra parte, según las estimaciones del informe, el gasto en ciencia y tecnología en este año representará una proporción de 0.42 por ciento del Producto Interno Bruto y, nuevamente según sus cálculos, el año pasado la proporción era de 0.38 por ciento. Sin embargo, el cálculo que se presentó en el cuarto informe de gobierno, en septiembre del año pasado, se estimaba que para el 2004 la proporción sería de 0.41 por ciento. A pesar de que se trata de estimaciones que se ajustan al concluir el año fiscal, la diferencia en uno u otro caso representa varios millones de pesos.

El ritual del informe que existía no es lo más apropiado para examinar los avances de la administración pública, pero tampoco habría que expulsar o desdeñar las cifras del informe escrito.


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