MOTOR DE BÚSQUEDA PARA ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS

Autor  Periódico  Año 
Mostrar Introducción

Profesionales sin empleo. Lecciones de la historia
Roberto Rodríguez Gómez
Campus Milenio Núm 130 [2005-05-26]
 

"¡Guzmán! ¡Guzmán! ¿En qué quedaron tantas noches, tantas solicitudes, tantos madrugones, tanto tiempo invertido en las escuelas, tantos actos, tantos grados y tantas pretensiones?"
Vida del pícaro Guzmán de Alfarache, Mateo Alemán, 1599.

Roger Chartier, en “Espacio social e imaginario social: los intelectuales frustrados del siglo XVII”, ensayo publicado en su obra El mundo como representación (Gedisa, 2002), luego de constatar que en esa centuria “las universidades europeas acogieron más estudiantes y formaron más graduados que en el siglo siguiente, e incluso que en la primera mitad del siglo XIX” (pág. 169), se pregunta qué ocurrió con la evolución del mercado de posiciones sociales al que aspiraban los egresados universitarios.

La hipótesis de Chartier, basada en estudios de caso en España, Holanda e Inglaterra, postula cuatro fases. Primera, el aumento de los empleos ofrecidos por el crecimiento de las Iglesias en la época de la Reforma, y el crecimiento de las burocracias nacionales y coloniales, estimula un sostenido incremento de la demanda estudiantil. Segunda, cuando el crecimiento de la matrícula y los graduados alcanza su punto máximo, el mercado de empleos ya está saturado. Tercera, a partir de ese punto, se genera un segmento de colocaciones profesionales de rango inferior para los graduados que no logran inserción en las ocupaciones ambicionadas. Cuarta, cuando la población comprende los efectos del desequilibrio, se inicia un proceso de inversión de expectativas sobre la institución universitaria. Este último es gradual pero irreversible en más de un siglo, y conduce “ya sea a la elección de otras filiales educativas, o al rechazo de los estudios superiores” (pág. 172).

El autor aclara que el ciclo no ocurrió con la misma intensidad ni simultáneamente en todo el escenario europeo. Sobre todo las potencias coloniales lograron paliar la crisis mediante la expansión del sector ocupacional en los territorios conquistados. Al cabo, sin embargo, los países europeos vieron surgir y desplegarse otros ámbitos de formación profesional, ciertamente más modestos pero mejor articulados a los gremios tradicionales y al sistema de ocupaciones que estos protegían.

A diferencia de otras interpretaciones históricas, que adjudican la crisis universitaria de la época a la obsolescencia del modelo escolástico frente al avance y secularización del conocimiento, el razonamiento de Chartier apuesta por una explicación en cuyo centro está la imposibilidad de las universidades para satisfacer los intereses de movilidad social de la demanda.

Otra lección histórica. Las grandes universidades lograron trasponer el escenario de crisis gracias a un doble proceso. Por un lado, presionando por el cierre de establecimientos universitarios de menor categoría, así como por una más estricta selección de los aspirantes. Por otro, mediante una progresiva adaptación a las nuevas condiciones del mercado y orientada hacia conocimientos y competencias más demandados.

Los argumentos que cita Chartier para corroborar el papel desempeñado por el status quo universitario en el control de las condiciones de crisis resultan de sorprendente actualidad. En primer lugar, el desarrollo y difusión, principalmente en Francia y Alemania, de estadísticas universitarias. El conteo simple pero sistemático del número y localización de los establecimientos, así como de la cantidad de matrícula universitaria en las diferentes disciplinas y titulaciones, permitió mostrar públicamente las dimensiones de la problemática, así como sustanciar el argumento de rectores y burócratas a favor de la implantación de mecanismos de regulación y control.

En segundo lugar, la instauración de procedimientos de filtro al inicio y fin del tramo universitario, por medio de exámenes y numerus clausus. En tercer lugar, el fomento de opciones de diversificación a través de formaciones de tipo tecnológico en instituciones distintas y separadas de las universidades tradicionales. Desde fines del siglo XVIII y a lo largo de la siguiente centuria, tales alternativas alcanzan difusión en toda Europa y dan pie a una notable transformación de los sistemas educativos en general y en particular del incipiente sistema de educación superior de cada país.

Además, según Chartier, estos procesos convergen en torno a un “motivo” cultural centrado en la figura del intelectual frustrado. Hay que decir que el personaje del universitario “sin oficio ni beneficio” está presente, como sujeto literario, al menos desde el siglo XVI. No obstante, en el siglo XIX europeo, recibe la atención de otros discursos formales: el de la política y el de las nuevas ciencias sociales.

La reacción conservadora contra el exceso de profesionales retorna siempre que existe evidencia verosímil para sostener que el número de titulados sobrepasa al de empleos. Pero cada ocasión en que las opciones de desarrollo económico, las transformaciones de la producción, el ciclo demográfico, o el propio ciclo de mercado, reestablecen un equilibrio, el discurso catastrofista regresa a su estado de latencia. Por ello es necesario, concluye nuestro autor, “identificar cuáles son, en cada caso, los grupos sociales que afirman la tesis de la superproducción de intelectuales, sacar a la luz las estrategias sociales y políticas que utilizan, y comprender cómo se reformula esta tesis en cada reutilización” (pág. 180).

PD. Agradezco a Susana García Salord, investigadora del Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y Sistemas de la UNAM, su orientación bibliográfica.


Instituto de Investigaciones Económicas
Seminario de Educación Superior
TEL: 56650210, FAX: 56230116
webmaster@ses.unam.mx
Last modification: April 29 2020 11:44:32.  

Free Blog Counter