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El modelo de educación tecnológica para el siglo XXI
Alejandro Canales Sánchez
Campus Milenio Núm 88 [2004-07-08]
 

El anuncio fue un tanto desconcertante. El secretario de Educación, Reyes Tamez, presentó el “Modelo Educativo para el Siglo XXI del Sistema Nacional de Educación Superior Tecnológica” el primer día julio. Pero, según explicó el mismo secretario, es un modelo que todavía se encuentra en la fase de análisis y revisión, por lo cual espera, añadió, que una vez “logrados los consensos, entre en operación los más pronto posible” (Boletín SEP, 01/07/04). Es decir, fue una presentación pública sobre un modelo que al mismo tiempo parece que todavía no lo es.

Es posible que la reciente polémica sobre la reforma de la educación secundaria haya dejado algunas lecciones sobre cómo no proceder para la puesta en marcha de las iniciativas, por lo que ahora la secretaría prefiere reservarse un margen de maniobra antes de anunciarlo como un hecho. También es probable que falten los últimos trazos y mayores definiciones en la operación del modelo.

En cualquiera de los casos, si es que realmente se trata de un proyecto novedoso, estamos ante una iniciativa que podría tener amplias repercusiones en el opaco subsistema de educación tecnológica.

Según las autoridades educativas, el modelo busca formar estudiantes con un sentido más humanístico, más competitivos, con dominio de una segunda lengua y que utilicen la tecnología en su aprendizaje.

La sola enumeración de estos factores no permite saber si serán lo central del nuevo modelo, en qué condiciones tendrían lugar y cuáles serán las medidas a implementar. No obstante, cabría reconocer que los puntos mencionados son lo mínimo que se podría esperar de una formación profesional.

Por su parte, el subsecretario de Educación e Investigación Tecnológicas (SEIT), Maraco Polo Bernal, quien es el responsable de la coordinación del subsistema de educación tecnológica, destacó que la meta era mejorar la eficiencia terminal y el aprovechamiento académico, con el fin de que al término de la administración “dejemos un proyecto educativo completo y en operación”.

Esto es un propósito un tanto tardío y tampoco parece sobresaliente, sobre todo si se considera que ya transcurrió la mitad del periodo de la actual administración y está por entrar en su fase final.

Hasta ahora la escueta información sobre el modelo no permite juzgar con certeza su relevancia y viabilidad. Sin embargo, no cabe duda de que al subsistema de educación tecnológica le falta precisamente innovación, mayor impulso y una mejor coordinación.

Una de las quejas recurrentes de las autoridades educativas es que los jóvenes rechazan la educación tecnológica y prefieren opciones profesionales que no tienen futuro.

El asunto es que pocas veces se reconoce que este rechazo está asociado, en buena medida, a la escasa capacidad del mismo subsistema para ofrecer una alternativa educativa confiable para los jóvenes y, por el lado del mercado, una garantía de absorción.

La SEIT, subsecretaría que comenzó a funcionar a mediados de los años setenta, tiene la responsabilidad de coordinar el subsistema de educación tecnológica y éste incluye prácticamente todos los niveles educativos, desde las opciones de nivel básico, como las secundarias técnicas o los centros de capacitación, hasta las de nivel medio superior (Conalep, bachillerato tecnológico), superior (institutos tecnológicos) y posgrado (institutos, IPN y Cinvestav).

De acuerdo con los datos de la misma SEIT (cosnet.sep.gob.mx) en el ciclo escolar 2002-2003, el subsistema en su conjunto sumaba más de dos millares de planteles en toda la república –la mitad de éstos de control federal-, 1.8 millones de alumnos y más de un centenar de profesores.

La mayor proporción de planteles y de alumnos de la educación tecnológica se concentra en educación media superior; mil 250 instituciones y poco más de un millón de alumnos (66 y 62 por ciento del total, respectivamente). Le sigue la licenciatura con más de dos centenares de planteles y 363 mil estudiantes, luego la básica con más de 400 planteles y poco más de 290 mil estudiantes. Según la misma fuente, este subsistema ofrece más de 700 carreras y/o especialidades en los distintos niveles: un centenar en básica, 268 en media superior, 130 en superior y 211 en posgrado. La variedad de carreras, pese a los sucesivos intentos por concentrar las opciones, parece que ha sido la constante.

Pero el problema es que el subsistema de educación tecnológica no funciona como tal. Más bien, cada nivel o segmento funciona conforme sus propias finalidades y las prácticas arraigadas de sus respectivas entidades burocráticas.

Las secundarias técnicas, el Conalep, los bachilleratos tecnológicos o los institutos tecnológicos –que constituyen la parte más visible y al mismo tiempo la más refractaria-, son una historia y un problema aparte cada uno. Poco tiene que ver la integración entre niveles educativos y al interior de los mismos, ya no digamos entre las opciones formativas o con otro subsector educativo.

También está el hecho, como ya se ha mencionado con anterioridad, de que las instituciones de formación tecnológica creadas a partir de los años noventa, como las universidades tecnológicas y más recientemente las universidades politécnicas, no forman parte del subsistema coordinado por la SEIT.

Las nuevas instituciones han quedado a cargo de la Subsecretaría de Educación Superior e Investigación Científica, la otra entidad administrativa de estudios superiores de la SEP que aparentemente no tendría responsabilidad sobre las opciones tecnológicas. Así, resulta contradictorio el funcionamiento del subsistema y es más bien un agregado de instituciones que siguen su propia inercia.

El problema de la educación tecnológica parece más hondo y más estructural de lo que supone el proyecto en ciernes, pero tendremos que aguardar a la presentación completa del nuevo modelo para saber si se encamina a tratar de resolverlo o es una iniciativa mediática más que carece de relevancia.


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