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Rendimiento del gasto privado en educación
Roberto Rodríguez Gómez
Campus Milenio Núm 77 [2004-04-22]
 

Estadísticas de CONACYT y ANUIES confirman que acaso la mitad de los profesionales titulados se ubica en puestos de trabajo afines a su área de preparación. El escenario es preocupante y debería ser el tema central de la política universitaria del país, así como de la orientación de las reformas académicas en curso. Además, es un dato explicativo de la marcada tendencia de privatización del sector ya que, en condiciones de incertidumbre como las actuales, se afianza la idea de que las universidades privadas representan una alternativa confiable para el futuro profesional de los egresados. Las campañas publicitarias de las privadas identifican claramente el punto y afirman, de manera directa o soslayada, que quienes estudian en ellas obtienen una mejor respuesta laboral.

Un punto crucial del argumento radica en ofrecer elementos aparentemente demostrativos de la superioridad de las particulares, en el entendido de que a mayor calidad mejores condiciones para el desempeño laboral. Se procede entonces a dar pruebas a favor de los supuestos: contar con acreditación, figurar en alguna de las listas de prestigio (ranking), ponderar ciertos atributos de los programas, instalaciones y plantilla docente, o cobrar colegiaturas elevadas, dando por sabido que “lo bueno cuesta”.

Se da también por entendido que el destino profesional depende de la institución de origen. Confirmarlo no es tan sencillo porque, al menos en México, no existe información suficiente para validar o negar esa afirmación ¿Los egresados de universidades privadas consiguen mejores empleos y obtienen mayores ingresos? hasta ahora no es posible responderlo con certeza. En otros países, sin embargo, algunos estudios muestran que la relación entre calidad institucional y futuro de los egresados no es simple ni directa. Veamos un ejemplo.

En agosto de 2000 se publicó el reporte del Centro Nacional de Estadísticas Educativas (NCES) de EU College Quality and the Earnings of Recent College Graduates, basado en la integración de estadísticas de trayectoria escolar, información de características y recursos de las universidades, y datos de colocación, carrera e ingresos de varias generaciones. La combinación de estadísticas permitió estimar, como se indica en la publicación, el “efecto neto de las instituciones sobre los ingresos anuales de los egresados hacia 1991.” Los resultados se presentan mediante dos indicadores, por una parte, la varianza de ingresos explicada por las condiciones institucionales, y por otra los efectos monetarios de las variables consideradas.

Para la medición se estableció un modelo que pondera el peso específico de cuatro factores: características institucionales, experiencia escolar, antecedentes socio-escolares y condiciones de mercado. El primer factor, características institucionales, contiene variables como el grado de selectividad de los programas, la proporción de alumnos por maestro, la de estudiantes de tiempo completo, eficiencia terminal, control institucional y monto de las colegiaturas. El segundo, experiencia escolar universitaria, está formado, entre otras variables, por el número de créditos aprobados, promedio de calificaciones, enfoque de las materias, especialización de los estudios, continuación de estudios mediante el postgrado, y el tiempo transcurrido entre el inicio de estudios y la titulación. El tercero se refiere a los antecedentes sociales de los estudiantes, así como a su desempeño en el bachillerato. Por último, el cuarto factor, toma en cuenta las condiciones de los mercados laborales en que se desempeñan los titulados.

El reporte desglosa resultados por factor considerando la aportación de cada variable sobre los ingresos. Además, se contrastan resultados de las muestras de hombres y mujeres y se establecen datos por sector laboral y tipo disciplinario. En resumen, se concluye que la aportación neta de las características institucionales sobre los ingresos no alcanza a rebasar, en la muestra total, el tres por ciento de la varianza explicada. La variable de más peso en el conjunto es la “experiencia escolar universitaria”, que explica más del 12 por ciento de la varianza y tiene mayor importancia cuantitativa que las variables de antecedentes escolares y origen social. En la comparación por sexo sobresale el dato según el cual, para las mujeres, tiene una mayor importancia la universidad en que cursaron estudios y es menor el peso de los antecedentes sociales y escolares.

Se demuestra que los resultados difieren por campo de estudios y por profesión específica, en el sentido que el mercado depara mejores ingresos a los egresados de las disciplinas que implican conocimientos y habilidades complejas y exclusivas, y que la relación entre oferta y demanda profesional juega un papel importante, aunque circunstancial, en el monto de los ingresos obtenidos en cada caso.

Por último, de las variables del factor institucional, la que aparece con mayor poder explicativo, independientemente de sexo y carrera, es la selectividad. Los egresados de universidades públicas o particulares con procedimientos de admisión rigurosos obtienen los mejores resultados. Con todo, el peso de la selectividad también es discreto, aproximadamente el diez por ciento de los ingresos económicos de los profesionales se puede explicar por este factor.

El estudio finaliza con una afirmación, que aunque es válida para el contexto laboral de EU, realmente da para pensar “escoger una universidad cara no es garantía de altos ingresos... y elegir una universidad de bajo costo no condena los futuros ingresos de los titulados.”


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