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La importancia del año sabático
María Herlinda Suárez Zozaya
Campus Milenio Núm 37 [2003-06-19]
 

Trabajar como académico significa muchas cosas. Tal vez la más importante se relaciona con el vínculo de la docencia, es decir, con la voluntad de hacer de la formación de las nuevas generaciones el centro de atención y de las preocupaciones propias. Esta tarea sitúa al trabajo académico en la base moral de las sociedades, en cuanto a que los académicos jugamos un importante papel en el cumplimiento del pacto social entre adultos y jóvenes. Además, ahora que la educación se ha convertido en un proceso continuo, presente a lo largo de toda la vida de las personas, la responsabilidad moral de la academia se ha extendido más allá del compromiso con la juventud. Debe responder a las necesidades de los adultos, no sólo de aquellos que no tuvieron la oportunidad de cursar la enseñanza básica o concluir alguna carrera, sino de quienes en su momento alcanzaron sus metas educativas y necesitan actualizar sus conocimientos para tener la posibilidad de seguir participando activamente en la sociedad y sus transformaciones.

Confrontados con tal responsabilidad de manera casi existencial, la vida de quienes nos dedicamos a la academia deviene en un proceso continuo de estudios y reflexión. Debemos mantenernos al tato de lo que sucede en nuestros campos de conocimiento, ser creativos y responder a realidades concretas de nuestros alumnos, de nuestra sociedad y del mundo.

Así, la práctica de la vocación humana de cuestionar, negar límites y abrir nuevos caminos hacia futuros alternativos se convierte en forma de vida. Una vida que, además de ciertas capacidades y competencias, requiere de valentía: cada determinado tiempo debemos separarnos de nuestras "seguridades", debemos observar lo sabido y conocido desde nuevos ángulos y perspectivas, entrar hacia lo desconocido dialogando con realidades diferentes a la cotidiana. Es aquí donde el derecho al goce del año sabático cobra sentido como parte sustancial del trabajo académico.

Provistos de la experiencia que nos otorgan varios años de trabajo continuo en los ámbitos educativos propios, los académicos de las universidades más prestigiosas del mundo tenemos la posibilidad de cambiar temporalmente de institución y hasta de país, lo que nos enfrenta necesariamente con el cuestionamiento y la reflexión de "lo nuestro" así como con la posibilidad de situarlo en el mundo. Cuando esto sucede se descubre que, por su poder transformador, la responsabilidad moral de la academia trasciende las fronteras del país de origen.

Siendo la ciudad de Chicago el lugar donde me encuentro en estancia sabática, trabajando en un proyecto sobre educación, trabajo y democracia, ha llamado mi atención la situación de los latinos en Estados Unidos. No me sorprende el hecho de que sean muchos los "paisanos" que están aquí. En este país los afroamericanos y los latinos luchan, a diario, por conservar los trabajos de ínfima calidad que les son ofrecidos. Con todo, estos trabajos les permiten enviar dinero a sus familias en México y adquirir los insumos básicos para la sobrevivencia. Incluso aqui, muchos compatriotas tienen la oportunidad de tener coche, aparatos eléctricos y hasta una vivienda propia, lo que en México les hubiera sido difícil.

Las inmigraciones masivas de mexicanos a Chicago son bastante añejas y las redes de solidaridad funcionan de manera muy eficiente. Sin embargo, llama la atención que después de tantos años de presencia en esta ciudad su participación en la sociedad y en sus transformaciones les esté prácticamente vedada. Sin duda, esto se debe a su baja escolaridad. De los 1.1 millones de mexicanos que hay en el estado de Illinois, más de 25 por ciento no habla inglés y la mayoría (59 por ciento) declaran tener competencia para hablar, pero no para leer y mucho menos escribir en inglés, lo que, parafraseando a Freire, tiene a la mayoría de los latinos en Estados Unidos sumergidos en "la cultura del silencio"; para ser escuchados deben usar la violencia y la fuerza, porque no tienen el poder de las letras y la palabra.

Así, independientemente del nivel de ingresos y de los bienes de consumo que tengan aquí, los latinos son y se conciben a sí mismos como pobres. Su esperanza está puesta en el trabajo y unos pocos cuentan con los medios para ser reflexivos y actuar para crear una alternativa moral para sus vidas. Un estudio reciente, a cargo de la universidad de Notre Dame, muestra que los latinos de Chicago consideran a la educación como su necesidad más importante y urgente.

Mi estancia en esta ciudad se relaciona con un proyecto de la Universidad de Chicago y del Illinois Humanities Council llamado Proyecto Odisea. Es ambicioso y su objetivo es combatir la pobreza por medio de la educación en humanidades. Participan los mejores y más prestigiosos profesores y los alumnos son "los pobres". Hace más de cuatro años que en esta ciudad opera el programa. Sus resultados han sido realmente exitosos, aunque han sido pocos los latinos que han sido beneficiados. La razón: no cuentan con las competencias para dialogar sobre filosofía, historia, arte y crítica literaria en inglés.

Cada vez son más los mexicanos que emigran de México porque en el país no encuentran los medios para vivir una vida digna, lo que indudablemente pone en entredicho la base moral de nuestra sociedad y, por ende, la de nuestras instituciones académicas. Para hacer el viaje hacia la riqueza, los latinos en Estados Unidos requieren un acompañamiento especial. El método pedagógico debe ser el mismo que para el resto de los alumnos del Proyecto Odisea (mayéutica) y la base ética también (la mejor educación es la mejor educación para todos). Sin embargo, los contenidos deben revisarse y se requieren libros y profesores con el grado de doctor y bilingües.

La UNAM tiene una escuela de extensión en Chicago. Podría tener una participación institucional en el Proyecto Odisea, brindando a los mexicanos educación de calidad más allá de las fronteras. Podría ser parte de las instituciones académicas que, como las mejores universidades estadounidenses, canadienses y australianas, han comprendido el significado moral de brindar a la población que vive en la pobreza la oportunidad de tener acceso a la educación humanística del más alto nivel. Si así sucede, los resultados del trabajo realizado durante mi año sabático no sólo serán plasmados en artículos y libros. Tendrán el poder transformador al que aspira todo trabajo académico.


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