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Universidad y desarrollo local
María Herlinda Suárez Zozaya
Campus Milenio Núm 200 [2006-11-09]
 

En América Latina, las universidades surgieron en el siglo XVI como resultado del colonialismo. Al traer esta institución al "Nuevo Mundo" los colonizadores buscaban proporcionar, fundamentalmente a los grupos dominantes (órdenes religiosas, hijos de peninsulares y criollos), instrucción de carácter teológico y educación en ciertas disciplinas como leyes, retórica, gramática y artes. Entonces, la Universidad de Hispanoamérica nació con el cometido de consolidar el poder de la iglesia católica y de la corona española, así como de instalar en las colonias la tradición y el pensamiento europeos.

Así las cosas, en México, la universidad surgió al margen de la realidad social en la que se encontraba inserta. Y, aunque después de varios siglos la vocación de esta institución se encuentra ligada a la recreación de un espíritu crítico y a la atención de los problemas nacionales, a la fecha todavía muchos cambios han de hacerse para que su principal servicio lo preste a la sociedad con la que comparte territorio. Ahora, ante los retos que plantea la inserción a un mundo globalizado, es tiempo ya de que la universidad mexicana consolide una relación comprometida con la sociedad de su entorno, vinculando sus objetivos al desarrollo local.

La propuesta de desarrollo local destaca la articulación local-global, dentro de una comprensión compleja de la sociedad contemporánea. Se le ubica como alternativa de desarrollo para Latinoamérica, que tiene hoy el mayor número de pobres en su historia, que es líder en desigualdades sociales y desequilibrios territoriales y que por años hizo suyo el centralismo como forma de ejercicio del poder. Vale la pena aclarar que desarrollo local y descentralización no son lo mismo, si bien se complementan: la descentralización es condición necesaria, pero no suficiente, y sin desarrollo local la descentralización corre el riesgo de ser solamente un instrumento de cambio en la estructura administrativa del Estado, pero no de cambio social endógeno. También es bueno aclarar que "lo local" no responde necesariamente a medidas político-territoriales determinadas de antemano, sino a la construcción y reconocimiento de un poder proyectado en territorios, historias, identidades y horizontes de futuro compartidos.

Hay que poner una alerta en el hecho de que la universidad constituye una institución cuyo asiento ha sido predominantemente urbano y que, por lo tanto, las localidades menos urbanizadas corren el riesgo de no quedar comprendidas en el espacio "local" de las universidades. Para evitar que esto sea así, la estrategia del desarrollo local pondera la participación de las universidades públicas pues por su propio carácter se deben al interés general y no sólo a conveniencias e intereses privados.

En su devenir histórico, la universidad latinoamericana se ha diversificado y ahora en el territorio mexicano, ubicadas en distintas localidades, hay empresas que se nombran universidades, aunque muchas de ellas funcionan únicamente como escuelas profesionales, donde la educación es vista como producto comercial y la principal preocupación es aumentar el número de alumnos matriculados. Con todo, las universidades privadas pueden constituir actores estratégicos del desarrollo local, formando parte de redes de universidades y participando en el fomento y fortalecimiento de las capacidades y los tejidos de y entre sociedades locales.

Pero, principalmente, es la universidad pública la que debe comprometerse con el desarrollo local. Para ello tiene que: 1) producir la información y el conocimiento pertinentes; 2) formar agentes capaces de generar y aprovechar tal conocimiento e información con fines de desarrollo endógeno y 3) construir y ser parte de redes, locales, nacionales, regionales e internacionales que garanticen que la información y el conocimiento fluyan de tal forma que todos, en la localidad, tengan acceso a ellos.

Las tres tareas antes mencionadas están relacionadas con las funciones que, por años, ha realizado la universidad: investigación, docencia y extensión. Sin embargo la estrategia del desarrollo local exige trasformarlas, convirtiendo la participación de la sociedad local en elemento constitutivo de cada una de ellas e incluso de la universidad misma. Así, con el propósito de generar aportes efectivos al desarrollo local, la universidad debe fomentar, apoyar y colaborar en proyectos vinculados a entidades tales como gobiernos locales, empresas, cooperativas, organizaciones y grupos de la sociedad civil, siendo su principal desafío el de convenir con estos actores sociales la necesidad de general y utilizar información y conocimiento para darle un contenido social al desarrollo y a la competitividad económica, así como al quehacer político.

Entonces, el protagonismo de la universidad pública en el desarrollo local no se plantea como un mero problema de reorganización académica o administrativa -aunque ello también forme parte constitutiva del proceso de cambio por el que debe transitar la universidad-, sino que implica llevar a cabo reformulaciones políticas y económicas profundas, en las que, por primera vez desde que en México hay universidad, el desarrollo endógeno sea concebido como elemento que permite conjugar el desarrollo económico con el desarrollo social. Se harán entonces coherentes dos postulados vertebrales que han estado presentes en la vocación de la universidad latinoamericana en el siglo XX y en lo que va del XXI: promover el desarrollo económico y, al mismo tiempo, satisfacer democráticamente las aspiraciones sociales de la población.

Así, cuando, desde el paradigma del desarrollo local, se pondera la participación de universidad, el propósito es, de la misma manera que antaño, inaugurar una nueva etapa de la historia de Latinoamérica. En esta nueva etapa, la universidad se compromete con su sociedad al tiempo que la sociedad se compromete con su universidad. "Lo privado" y "lo público" pueden competir pero no rivalizan, se complementan a fin convertir a México y a sus localidades en regiones competentes, tanto en términos económicos como de calidad de vida.


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