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Estudiantes y reforma universitaria
Roberto Rodríguez Gómez
Campus Milenio Núm 21 [2003-02-20]
 

Reformar las estructuras académicas de la UNAM y el IPN es una tarea pendiente. No es para menos; ambas son las principales casas de estudio e investigación del país y su historia es reflejo de las opciones que se han buscado para orientar el sentido de la educación superior pública de México. ¿Qué tipo de reforma se necesita? Para algunos, el cambio comienza y termina en el terreno político: nuevas formas de gobierno con mayor apertura a la participación representativa de los sectores, actualización normativa y, en el caso del IPN, autonomía del Estado. Otros añaden a estos propósitos cambios en el régimen académico-laboral, y otros más enfatizan necesidades de reforma y actualización del modelo curricular respectivo y aún de los planes y programas de estudio de las licenciaturas y posgrados.

En ambos casos, las iniciativas de reforma no han alcanzado los consensos necesarios para proceder a su implantación. En la UNAM existe la propuesta de un “congreso por etapas” que procedería, en el futuro próximo, a abrir los temas de la reforma en foros y otras modalidades de consulta para, posteriormente, determinar en una instancia resolutiva sus alcances y formas de expresión concretas. En el IPN las autoridades recogieron ideas y proyectos en las escuelas de la institución, formularon una iniciativa que incluye el planteamiento de la autonomía y la hicieron llegar al Ejecutivo federal, el que a su vez debería remitirla, previo dictamen, a la Cámara de Diputados para su aprobación como ley. Esta fase está en espera desde hace tiempo aunque no hay a la vista signos de una expedita resolución.

Un aspecto preocupante en ambos modelos de reforma, además del pausado ritmo en que transcurren, es la notable ausencia de planteamientos acerca de las condiciones de estudio y sobre el papel de los estudiantes en la vida universitaria. No es que este aspecto se soslaye, pero de ninguna manera ocupa el centro de las preocupaciones e iniciativas de cambio.

¿Por qué el tema de las condiciones de estudio debería ocupar un lugar eminente en las agendas de reforma académica? En primer lugar porque la formación de profesionales es la prioridad de las instituciones de enseñanza superior. Así lo establece el primer artículo de la Ley Orgánica de la UNAM y el artículo tercero del Reglamento Interno del IPN. Aunque quizás el argumento más importante proviene de la investigación educativa sobre el tema.

Algunos estudios relevantes, de referencia obligada por su seriedad e importancia, son los producidos por los investigadores norteamericanos Alexander Astin, Ernest Pascarella y Patrick Terenzini, quienes con el respaldo de más de quince años de investigación continua, han establecido inequívocamente que las condiciones de estudio son el factor decisivo del éxito escolar. Lo que en mayor medida explica el éxito de los estudiantes, dice A. Astin en “What Matters in Colleges. Four Critical Years Revisited” (1993), es “el ambiente creado por la facultad y los estudiantes”. En el mismo sentido, indican Pascarella y Terenzini en “How Colleges Affect Students” (1991), “los estudiantes que están activamente involucrados en la vida académica y en actividades extra clase, ganan más de la experiencia universitaria que los alumnos no involucrados en ella.” Estos hallazgos han sido ampliamente confirmados por el estudio “What Matters in College” publicado en 2002 por el Grupo Annapolis, que conjunta a los principales colegios de artes liberales en EUA, y por el estudio “The Condition of Education” (2000) publicado por el National Center for Education Statistics del Departamento de Educación de Estados Unidos.

En España, el Informe Global del Plan Nacional de Evaluación de la Calidad de las Universidades 1996-2000, cuyo contenido general hemos reseñado en este espacio, subraya también el aspecto de las condiciones de estudio como un factor fundamental en la vida académica de las instituciones. En concreto: “la mejora de los servicios de información, orientación, atención y ayuda a los alumnos se plantea como una necesidad para la mayor parte de las titulaciones.” (p. 34).

También en México, las investigaciones sobre el desempeño y trayectoria de los estudiantes universitarios, por ejemplo los estudios de Ragueb Chaín, Jorge Bartolucci, Felipe Martínez Rizo, Adrián de Garay y Adriana González, por citar a los autores más reconocidos en el tema, coinciden, de una u otra manera y con variable ponderación, en señalar como problemática la carencia de recursos de atención al aprendizaje, de monitoreo y seguimiento de trayectorias, y de apoyo a la dinámica escolar de los alumnos.

He aquí una doble implicación práctica para los procesos de reforma académica que algún día emprenderán las instituciones nacionales de educación superior del país: considerar la dimensión de la formación de estudiantes como un tema central y prioritario de la reforma, y tomar en cuenta a la investigación educativa como un acervo fundamental de conocimientos para inspirar las propuestas de cambio.


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