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La prioridad sigue siendo la educación
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 108 [2004-12-02]
 

A pesar de que algunos indicadores educativos han mejorado, entrado el siglo XXI somos todavía un país con deficiencias y carencias, rezagado y profundamente desigual. Como ejemplo, tomemos cualquier dato educativo oficial, en la fecha que guste, y compare a Chiapas con Nuevo León. El primer estado siempre estará bastante peor en indicadores cuantitativos que el segundo.

El gobierno del “cambio” no alteró mayormente las distancias educativas y sociales creadas por las administraciones anteriores. No se ha cumplido con lo que se ofreció. Y todavía los mexicanos queremos que se eleve la asistencia a la escuela de los jóvenes que tienen entre 12 y 14 años de edad y que todos terminen su educación básica.

Continúa siendo una demanda incrementar el financiamiento federal a la educación media superior y que aumente su cobertura. Ampliar las oportunidades en este nivel va ligado a programas que mejoren la enseñanza y la eficiencia terminal. Habrá más jóvenes, en consecuencia, que tendrán condiciones de ingresar a los estudios superiores.

Ciertamente ha habido logros en la cobertura del nivel terciario. Pero también es verdad que el crecimiento de la matrícula ha sido mayor, comparativamente, que el del subsidio. Tenemos dos resultados de la política educativa.

El primero es que las metas fueron demasiado ambiciosas y ahora hay evidencias de que no se van a cumplir.

El segundo es que se ha conseguido disminuir el costo por alumno en el sistema público, con todo lo que esto implica. En otras palabras, se ha quedado en mera retórica aquello de que en este gobierno se aplicaría una fórmula política más adecuada para equilibrar de mejor manera la equidad con la calidad.

En las prioridades oficiales, la educación superior no llegó a ser el medio estratégico para arribar a la “economía basada en el conocimiento”, como se dijo en el Programa Nacional de Educación.

En cuatro años consecutivos, la Cámara de Diputados debió intervenir para asignarle más recursos de los solicitados por el Ejecutivo en el proyecto de egresos.

Falta de habilidad política, dirían algunos, para explicar por qué el Ejecutivo reiteradamente ha dejado que el Legislativo sea el que presente una imagen pública de compromiso con la educación superior. Agregarían, además, que ya es costumbre, en este sexenio, que entre las secretarías existan desencuentros, en este caso entre la de Educación y la de Hacienda.

En la segunda no se entiende el valor de lo educativo y, peor, sus funcionarios no muestra ningún interés en resolver los problemas de esta esfera tan importante de la vida nacional.

En el gobierno que transcurre no se ha tenido la sensibilidad de entender el momento histórico por el cual atraviesa México. Ha sido el rector Juan Ramón de la Fuente, quien con más insistencia ha señalado la necesidad de ampliar las oportunidades de estudio en las universidades y en las instituciones de educación superior públicas en todo el territorio. Ha esgrimido, entro otras razones, los retos demográficos.

En el periodo que va de 1995 hasta el año 2010, la población de jóvenes de 15 a 24 años de edad crecerá por única vez hasta llegar a 21.4 millones de personas. El país debe ofrecerles no sólo educación sino posibilidades de futuro.

El aumento de la matrícula está ligado a una mayor inversión educativa. Si el país no destina recursos para brindar una buena educación a sus jóvenes, no contará con el apoyo humano requerido por las transformaciones que implican el conocimiento y la tecnología.

Si no se nutre a la sociedad con jóvenes bien formados para enfrentar exitosamente los cambios que van a ocurrir en México, quedará sembrada la desesperanza, habrá mayor exclusión social, falta de cohesión y menos adhesión a los proyectos políticos que se vayan a emprender.

Sin talentos, con fuga de cerebros, con una comunidad científica que no encuentran empleo, con jóvenes que no trabajan ni estudian, que abandonan la escuela en la adolescencia porque sus familias no tienen dinero para costearles su educación, con instituciones públicas debilitadas, es altamente probable que las nuevas generaciones tengan un mañana de horror sin fin.

Los jóvenes de hoy desean estudiar, mejorar su aprendizaje, tienen aspiraciones de entrar a la universidad, de ser alguien en la vida. Es en la educación universitaria donde personas y familias encuentran una salida al porvenir.

Por eso, es inadmisible que el gobierno no entienda lo que está en juego. Es tiempo de plantear a quien busque el poder político que a la educación y a la ciencia hay que aportarles en serio, que ésta es la prioridad principal para abrirle opciones de crecimiento a la nación y para cerrar las enormes brechas sociales que la continuidad con apariencia de cambio ha terminado por auspiciar.

Aparte. Otros dos asuntos. Primero el bueno. Un gran gusto el que se haya logrado unidad en la reunión de CUPIA, celebrada el viernes pasado, en torno a que no se revierta el presupuesto asignado al sistema educativo por la Cámara de Diputados. La Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior fue ampliamente felicitada por el trabajo realizado y por el esfuerzo desplegado en la Asamblea que tuvo sede en la Universidad Autónoma de Chiapas.

El punto malo. Durante el recorrido que hicimos un grupo de universitarios por el Cañón del Sumidero resultó francamente triste ver el grado de contaminación del río Grijalva.

Qué absurdo, qué imposible… diría mi amigo Rubén, el poeta. Es un desastre ecológico que todavía puede detenerse. ¿Será que la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y la Secretaría de Turismo (Sectur) pueden hacer algo? Que no quede como una plegaria desatendida.


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