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El liderazgo de la UNAM
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 73 [2004-03-18]
 

Con las limitaciones que impone estar en un país pobre con una ciencia pobre, seta casa de estudios ha sido distinguida como una universidad de investigación que, por cierto, representa en México un paradigma a seguir por otras universidades públicas estatales que hacen esfuerzos serios para elevar sus niveles académicos.

En este clima político tan enrarecido cobran ánimo quienes atacan a la Universidad Nacional. A los que nunca han visto con buenos ojos a la universidad pública, desde las esferas del poder político y económico no les ha caído nada bien que la UNAM fuera clasificada como la mejor universidad en América Latina. Por ciento, los criterios para llegar a esa clasificación tienen el propósito de favorecer a las universidades los países desarrollados. No es de extrañar, entonces, que algunas universidades norteamericanas y europeas se encuentren en los primeros lugares. Sus capacidades, recursos, y el contexto social en el cual se desenvuelven son muy distintos a los que tienen las universidades latinoamericanas. Entre estas últimas, varios estudios han arrojado resultados consistentes que le otorgan a la UNAM un lugar muy destacado.

Con las limitaciones que impone estar en un país pobre con una ciencia pobre, esta casa de estudios ha sido distinguida como una universidad de investigación que, por cierto, representa en México un paradigma a seguir por otras universidades públicas estatales que hacen esfuerzos serios para elevar sus niveles académicos.

Las comparaciones analizan a las instituciones de manera global. No captan la importancia de su responsabilidad con la sociedad en la que están inmersas ni sus particularidades internas. Como todos saben, la UNAM es profundamente heterogénea. Tiene defectos, pero también enormes virtudes. En su diferenciación se aprecia el cultivo de campos del conocimiento en los que la Universidad, sin duda, tiene una alta competitividad reconocida internacionalmente. Más allá, desde tiempo atrás, ha cumplido la misión de preservar el patrimonio, difundir la creación humanística y llevar la cultura nacional fuera de nuestras fronteras.

¿DE QUÉ NOS HAN CRITICADO?

Se ha dicho que una universidad del tamo de la nuestra no puede tener una organización operable para adecuarse con prontitud a los cambios de su entorno. Igualmente, que el tipo de gobierno institucional, con tantos cuerpos colegiados, dificulta la toma de decisiones. Que ni en los círculos oficiales hay entusiasmo con la educación que impartimos, que su costo económico es muy elevado y no corresponde a su bajo grado de eficiencia. Se trata de un discurso ya muy conocido, fundado en una visión que empuja lo público hacia el deterioro. Es un enfoque que generaliza sus supuestos y conclusiones, pero que en el mundo de lo concreto tiene síntomas de agotamiento.

Por estos días, quienes trabajamos en la UNAM estamos empeñados en remontar nuestros problemas de fondo, aquellos que afectan el quehacer cotidiano. No los hemos ocultado ni ahora ni antes. Para mi fortuna tengo un contacto estrecho con profesores e investigadores. Dialogamos sobre cuestiones relacionadas con la reforma. Creemos que nuestras pláticas tocan temas sustanciales.

Uno que es recurrente es el de la mala preparación de los estudiantes al ingresar al bachillerato y a la licenciatura. Los jóvenes no llegas con las suficientes habilidades intelectuales para cursas estudios que con el tiempo se vuelven más complejos. Les cuesta mucho trabajo plantear problemas y resolverlos, analizar críticamente un texto, elaborar argumentos razonados. No aprende a aprender, a investigar por su cuenta, solos o en grupos, les cuesta mucha dificultad tomar iniciativas académicas. Es necesario atender a los jóvenes que entran por la vía del pase automático a la licenciatura, con requisitos mínimos, antes de su salida del bachillerato, tal vez con cursos remediales que eleven su nivel académico. Es una idea, y hay que proponer otras para evitar la deserción temprana y el sentimiento de fracaso.

Otro punto es que carecen del hábito de la lectura. En un pasillo me detuve a preguntarle a un estudiante muy joven cuántos libros había leído en los últimos seis mees. Me contestó: “un poquito de varios, pero ninguno entero”. El capital cultural de la mayoría de los jóvenes estudiantes es muy reducido; una proporción elevada es primera generación en sus familias que cursa estudios profesionales. Además, están expuestos a un entorno urbano y social en el cual existe violencia, drogadicción y alcoholismo. El medio que los rodea, la falta de recursos económicos, que los obliga a trabajar y estudiar, la pérdida de expectativas y una baja autoestima influyen en su rendimiento escolar. El gobierno y la sociedad han descuidado a los jóvenes. Son los olvidados del presente.

¿CÓMO HACER COMUNIDAD E IDENTIDAD INSTITUCIONAL?

Los profesores de carrera y los investigadores incorporados a la docencia con frecuencia señalan que es más difícil enseñar a este tipo de alumnos. Y no es prejuicio ni falta de preparación o compromiso. Simplemente es más laborioso. Porque, además, éstos no son los únicos problemas que se tienen que afrontar. La institución adolece de condiciones suficientes para la transmisión de conocimientos, que a veces justificadamente es por escasez de recursos.

En el bachillerato, por ejemplo, hacen falta libros y revistas en las bibliotecas, material multimedia, computadoras, acceso a redes, espacios de estudio individuales y colectivos o para hacer tutorías. Así como estamos hay un cierto desperdicio de la inteligencia académica en detrimento de los estudiantes y no se puede ir a la velocidad con la que marchan los cambios científicos y tecnológicos. Se produce rezago.

En varias facultades los profesores de carrera no tienen lugares donde permanecer toda su jornada. La comunicación fuera del aula es bastante compleja, no hay dónde sentarse a tomar un café, los servicios alimentarios son en puestos, etcétera. ¿Cómo hacer comunidad y generar una identidad institucional más fuerte? Con todo, se cumple con la sociedad, egresan buenos médicos, abogados, ingenieros, químicos, filósofos, literatos, historiadores y sociólogos para señalar unos cuantos. También buenos docentes e investigadores que han nutrido y nutren diversas instituciones de educación superior en el país.

Hemos conseguido mantener una universidad institucionalizada a pesar de algunos embates externos que han sido funestos. En una universidad con las características de la UNAM, no se puede disponer de los medios adecuados para lograr una vida intelectual más plena sin la ayuda pública. Tampoco teniendo que enfrentar periódicamente un clima de incertidumbre para conseguir la dotación de recursos. Hace falta una política nacional y una nueva legislación para la educación superior que observe el largo plazo.

Mientras, los académicos seguiremos actuando con empeño para enseñar e investigar en circunstancias como las descritas, que se viven a diario y afectan por igual a profesores y alumnos. Lo expuesto sobre la docencia es nada más una ilustración que puede ampliarse con lo dicho en los Seminario de Diagnóstico organizados por el Consejo Universitario. Ahí se describen realidades a las que se debe dirigir la reforma para conseguir mejores condiciones de estudio a lo largo y ancho de la institución. Vamos a cambiar porque tenemos aspiraciones de superarnos, condiciones intelectuales y la voluntad política para lograr nuevos derroteros. La fuerza de una historia centenaria y el liderazgo intelectual de la UNAM le dan sentido a su futuro.


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