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En la reforma de la UNAM. Vencer la apatía de estudiantes y académicos
Humberto Muñoz García
Campus Milenio Núm 68 [2004-02-12]
 

La reforma de la UNAM comenzará de aquí a poco. Tenemos que discutir conceptualmente qué universidad necesitamos construir para el presente y el futuro venidero. Sabemos que no queremos se runa universidad ajustada al patrón americano que impera internacionalmente, aunque tenga las mejores universidades del mundo (ver campus MILENIO, 5/02/04). Pero tampoco deseamos convertirnos en una universidad periférica de un país periférico destinada solamente a criticar el neoliberalismo, el acecho del mercado y a combatir a las fuerzas retrogradas que se nos echan encima.

Hasta ahora no hay indicios de un proyecto que nos diga cómo hacer de la UNAM una universidad más competente y con mejor desempeño para este país y para las próximas generaciones de jóvenes. Tampoco un diagnóstico que oriente a la comunidad sobre cuáles son los problemas y defectos que padecemos, tal que el planteamiento de sus soluciones nos brinde una idea de qué dirección tomarán los cambios.

Al menos en estos tiempos no hay ninguna fuerza que exprese sus impugnaciones a la realidad universitaria de manera ordenada, sistemática y contundente. Ni manifestaciones comunitarias con efectos políticos pertinentes. No se perciben en el panorama declaraciones encendidas en favor o en contra de la reforma. Existe una especia de silencio soterrado.

La retórica y el discurso no aparecen, a no ser por los ejercicios intelectuales, los análisis que hacemos algunos investigadores y uno que otro debate en los órganos colegiados. Ojalá que se haya aprendido de experiencias pasadas y que todo esto presagie abundancia de ideas, argumentos y razones para caminar a nuevos derroteros.

En lo que sigue, es menester que se proponga una modalidad aceptable para organizar el debate y una agenda de discusión que propicien elaborar propuestas para los cambios académicos, que son lo más complejos de lograr.

Tener claro que la institución es un mosaico de realidades donde cualquier cambio necesariamente choca con alguno de los intereses creados. Por lo cual es ineludible que las propuestas reciban el consenso y la aprobación de académicos y estudiantes sobre la base de que servirán para mejorar la vida universitaria.

Es fundamental construir un ambiente propicio para que nadie se sienta excluido de participar. Igualmente, hacer un llamado a la prudencia y la cordura para expresar los desacuerdos por la vía de un diálogo efectivo.

Para una institución como la nuestra, que en sus circunstancias tiene un buen desempeño, sortear otro periodo de inestabilidad sería de enorme riesgo para su continuidad como máxima casa de estudios del país. Líderes y actores de la reforma deben tener plena conciencia de este punto.

Uno de los desafíos que tiene la UNAM enfrente, y un ejemplo que puede darle a la sociedad, consiste en demostrar que usar la fuerza de la razón hace posible renovarse dentro de los márgenes institucionales.

Para llevar a cabo una reforma participativa, que despierte el interés, el proceso debe pasar por convencer a la comunidad de que se cumplirán tres objetivos generales: la universidad brindará mejores condiciones para el trabajo académico y las relaciones de profesores y estudiantes; los cambios al régimen académico le permitirán a la UNAM mantener su liderazgo frente a otras universidades y ante la sociedad, y la universidad adquirirá con su restauración más capacidades para formas a sus alumnos y crear procesos y estructuras cognitivas que influyan y den sentido al desarrollo de la sociedad.

Asimismo, desde mi perspectiva, la comunidad apoyará un ideario de reforma que incluya un punto sobre la participación efectiva de la comunidad en la toma de decisiones y en los órganos colegiados de autoridades, otro sobre el problema de la gratuidad y los apoyos a los estudiantes de bajo nivel socio-económico, la discusión acerca de los mecanismos para que se cumplan los derechos y obligaciones de los académicos, la mejoría de las condiciones de estudio y la transparencia en el manejo de los recursos y la información. Y, desde luego, supongo que habrá un apoyo más decidido si contiene alguna señal de que se combatirá el burocratismo y la simulación.

Sería deseable que intervinieran todos los actores de la escena universitaria, que hubiera respuesta a una convocatoria amplia. La actual reforma es un proceso político cuyo mayor desafío interno es la apatía de académicos y estudiantes.

Éste es un primer obstáculo a vencer. Quienes tenemos un compromiso de vida con la UNAM anhelamos que el evento y sus resultados sean legítimos y que los acuerdos se tomen por la vía de una presentación sentida para que tengan credibilidad, respaldo y sean factibles de llevase a la práctica. Cuestión de método.


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Last modification: April 29 2020 11:44:32.  

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