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Un mayor nivel de calificación escolar
Alejandro Canales Sánchez
Campus Mileno Núm 410 [2011-04-07]
 

Desde el México independiente hasta la actualidad, el esfuerzo del Estado se ha concentrado en tratar de mejorar las oportunidades educativas y, sin embargo, hoy apenas cubrimos lo básico. Todavía menos logramos que un mayor número de estudiantes alcancen el nivel de posgrado.

Hacia el comienzo del siglo XX, según las cifras censuales de entonces, la nación contaba con una población de poco más de 14 millones de personas y 78.5 por ciento de ese total no sabía leer ni escribir. No existen cifras precisas ni completas sobre el número de planteles escolares en esa época, tampoco de la matrícula —las pocas estadísticas se concentraban en la escuela elemental y en la ciudad capital—, pero el indicador de analfabetismo mostraba la precariedad educativa de la mayoría de la población.

A lo largo del siglo pasado, el avance fue notable en la disminución del índice de analfabetismo, en el incremento de la matrícula escolar en todos sus niveles y también en el crecimiento de la población. Sin embargo, la mejora del promedio de escolaridad no ha sido suficiente.

En 1950 el total de población mayor de seis años en México sumaba poco más de 21 millones, de los cuales 9.2 millones eran analfabetos, esto es, alrededor de 44 por ciento del total. El porcentaje era considerablemente menor respecto del inicio de siglo, resultado de iniciativas y las campañas contra el analfabetismo, aunque todavía era un gran desafío.

En el mismo año de referencia, la educación primaria concentraba el mayor volumen en el sistema educativo nacional con una matrícula de poco más de 3 millones, la media superior apenas alcanzaba la cifra de 37 mil estudiantes y la superior, 30 mil estudiantes. La cobertura de esta última en el grupo de edad (19 a 23 años) era de alrededor de 1 por ciento; representativo de las escasas oportunidades para la mayoría de los jóvenes de entonces.

La segunda mitad del siglo XX trajo un crecimiento todavía más explosivo de la población (casi se cuadruplicó respecto de 1950) y una mayor presión por un lugar en los planteles escolares. Nuevamente mejoraron los indicadores educativos, pero no lo suficiente para abatir el analfabetismo, asegurar la educación obligatoria y todavía menos para alcanzar estándares internacionales en los niveles subsecuentes.

A pesar de que se creó una institución dedicada a la educación para adultos en 1981 (INEA) y luego, en el sexenio de Vicente Fox, se creó otra más (el Conevyt) para impulsar acciones coordinadas para ese grupo de población, lo cierto es que no cumplieron las expectativas y persistió el problema del analfabetismo.

Según las más recientes cifras del Censo de Población y Vivienda 2010, el porcentaje de población mayor de 15 años que no sabe leer ni escribir en México es de 6.8 por ciento, lo que representa un total de 5 millones 400 mil personas analfabetas. Es decir, en comparación con los porcentajes que aparecían al inicio del siglo XX, no cabe duda de que se invirtió la proporción entre analfabetas y alfabetizados, pero también que el analfabetismo es un problema que todavía no resolvemos hoy en día.

Tal vez uno de los mayores logros se ha producido en la educación primaria obligatoria. Desde la última década del siglo pasado, se considera que ya alcanzó una cobertura universal, puesto que su porcentaje de atención estaba por arriba de 95 por ciento y, de acuerdo al más reciente informe de gobierno, a partir del ciclo escolar 2009-2010 es de 98 por ciento.

La educación secundaria, obligatoria desde 1993, terminó el siglo pasado con porcentajes de atención de alrededor de 84 por ciento y apenas al final de la década reciente alcanzó porcentajes de 95 por ciento del grupo de edad.

Es decir, sin contar con los tres años de preescolar que constitucionalmente también son obligatorios, así como los rezagos y contrastes que persisten, el mayor progreso del siglo anterior se dio en cumplir con la oferta en educación básica.

Las cifras del Censo de Población y Vivienda 2010 revelan la magnitud de los desafíos que aún nos aguardan. Además de los cálculos sobre cobertura en educación media superior y superior que en estas mismas páginas de Campus han destacado otros colegas, también vale la pena señalar que apenas poco más de 13 millones del total de personas mayores de 18 años en el país cuentan con educación superior.

Las cifras del posgrado son más desalentadoras. De acuerdo con los datos del censo reciente, en el país existen un total de 63.4 millones personas de 22 y más años, de las cuales 759 mil 208 tienen estudios de maestría y 138 mil 379 de doctorado. Esto es, un total de 897 mil 587 personas cuentan con estudios de posgrado, lo que representa 1.4 por ciento del total de las personas de más de 22 años.

La presión demográfica obligó a un mayor esfuerzo educativo en la pasada centuria para alcanzar lo elemental, pero ahora, sin duda, como país, debemos ampliar y acelerar las oportunidades educativas.


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